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domingo, 20 de marzo de 2011

¿El primer alcalde blanco de Uganda?

Un hombre blanco, muy delgado, con gafas y bigote se dirige desde un podio a una multitud de cientos de personas, todas negras, que escuchan y aplauden sus palabras.

La imagen es peculiar para un país de población mayoritariamente negra y políticos mayoritariamente negros. Se trata de un mitin político en Kampala, la capital de Uganda, y el hombre blanco es Ian Clarke, un médico norirlandés que se presenta a ‘alcalde’ de uno de los cinco distritos de Kampala en las elecciones municipales de hoy. Es la primera vez desde la independencia de Uganda en 1962 que un blanco se presenta a unos comicios. Y parece que va a ganar.


Clarke tiene 59 años y visitó Uganda por primera vez en 1987. Al año siguiente volvió y se instaló como misionero laico junto con su mujer y sus tres hijos. Su idea era quedarse durante dos años, pero lleva en Uganda casi ininterrumpidamente desde entonces y hoy es el fundador y dueño del International Medical Group, que incluye el mayor hospital privado de Uganda y clínicas en Sudán del Sur y en Tanzania.
“Empecé en esto por los agujeros y los baches”, explica Clarke sentado en su despacho del hospital, “escribí sobre ello en mi columna en el New Vision [un periódico ugandés] pero después me dije: ‘¿Qué voy a hacer? ¿Voy a ser una cabeza parlante o voy a hacer algo al respecto?’ Y me sentí con la responsabilidad de hacer algo”.
De médico norirlandés a alcalde ugandés

Clarke se presenta para el puesto de ‘alcalde’ o ‘presidente’ del distrito de Makindye en Kampala. Cerca de 330.000 personas se han registrado para votar en este distrito, en el que viven unas 800.000 personas, una cantidad similar a la población de Valencia.
Makindye incluye zonas residenciales donde vive la gente adinerada de Kampala, pero también hay barriadas de chabolas donde las condiciones son muy pobres y la gente no tiene ni agua corriente. “Los políticos que se presentan para estos puestos no entienden, o no quieren entender, de qué va el trabajo y, una vez elegidos, ¡no hacen nada!”, dice Clarke. “Sólo se preocupan de conseguir las dietas y sobresueldos y cualquier beneficio o ventaja disponible en el puesto y no hacen nada más. No entienden que se trata de un trabajo, que hay que hacer cosas, como hacer que la gente disponga de agua potable, como recoger la basura…”.

Aunque Clarke, quizá por corrección política, insiste en que sus rivales “no entienden” lo que deberían hacer, la opinión en la calle se correspondería más con que los políticos locales “sí entienden y saben lo que hay que hacer pero simplemente no quieren”.

Los pobres le quieren sin necesidad de sobornos

“Claro que voy a votar por el doctor Ian”, dice Michael, un bodaboda (conductor de una mototaxi) de 22 años que vive en la zona. “Él habla de carreteras, de sanidad, de educación. La gente le conoce, ha ayudado a muchos, va a ganar”.

En un momento dado, Michael mira a su alrededor y baja la voz como si fuera a compartir un secreto: “¿Sabes? Nosotros los bodabodas hacemos campaña por cualquiera que nos pague o que nos dé unas camisetas, pero estamos haciendo campaña por el doctor Ian incluso aunque no nos haya pagado nada”.
En Uganda, es común que los candidatos a las elecciones repartan dinero o pequeños regalos a los ciudadanos para ‘animarles’ a votar por ellos y la gente se ha acostumbrado a esta práctica. “Yo no he dado ni un solo chelín [ugandés]”, dice con orgullo Clarke, corroborando la confesión de Michael. “En los mítines, la gente me pedía dinero para una coca-cola y yo les decía: ‘¿Queréis una coca-cola o queréis cinco años de buenas carreteras?’ Y me respondían: ‘Sí, tienes razón’. Pero cuando me iba a ir se me acercaban y me decían: ‘Pero ahora que somos hermanos, ¿no podrías darnos algo de dinero de todas formas?’

Baches y agujeros

Kampala es famosa en el este de África por el mal estado de sus calles y carreteras y por los eternos atascos y embotellamientos de coches, minibuses y camiones, aun peores que en otras capitales de los países vecinos, como Nairobi (Kenia) o Kigali (Ruanda). Pasa el tiempo, se suceden los candidatos y los alcaldes, pero la situación no cambia. “Mi reto es conseguir hacer cosas dentro de ese sistema”, reconoce Clarke, “pero no me importa dedicarle cinco años para al menos mejorar las calles y la suciedad, me veo capaz de conseguirlo, si no, no me presentaría a estas elecciones”.
Clarke se muestra muy confiado de cara a la victoria y, de hecho, cuesta encontrar a alguien en Makindye que diga que no va a votar por él. “Por supuesto que me gusta el doctor Ian, está muy por delante de los demás, ha hecho cosas muy buenas, ha trabajado por el desarrollo, va a ganar, a no ser que le roben las elecciones”, explica Maureen, una camarera en un restaurante de la zona, mientras dos de sus compañeros asienten con la cabeza junto a ella.
Es cierto que los rivales de Clarke parecen preocupados y algunos han centrado sus campañas en descalificar al médico norirlandés. Le han acusado de colonialista, han dicho que no pertenece al país y se burlan de que no habla luganda, el idioma tribal más común aquí.
Solo en el camino

Clarke no hace caso de la acusación, señala que se presenta “a una votación democrática” y admite que no habla luganda. “Pero ahora yo también soy ugandés (en la actualidad, Clarke tiene las dos nacionalidades) y muchos ugandeses con posibilidades han seguido el camino fácil: entran en política para robar o simplemente pasan del sistema”.

Clarke ha corrido con los gastos de su campaña electoral él mismo, ya que se presenta como candidato independiente. Dice que se ha gastado unos 100 millones de chelines ugandeses, una cantidad que en la moneda europea no suena tan astronómica pero que sigue siendo importante: se trata de unos 30.600 euros en un país con una renta per cápita de 870 euros según cálculos del World Factbook de la CIA.
Si finalmente se convierte en el primer blanco que gana unas elecciones en la historia moderna de Uganda, sólo el tiempo dirá si el doctor Clarke es capaz de algo que parece simple pero que en Kampala nadie ha sido capaz de realizar: conseguir unas calles y carreteras libres de baches y agujeros.

Fuente La información.com

1 comentario:

Mercè Salomó dijo...

Pues si consigue que no hayan baches y agujeros hasta soy capaz de votarle desde Barcelona!!!

Imagínate ir sobre un bodaboda, entre los miles de coches, buses, camiones y baches a más de 50 Km/h. dentro de la ciudad.

Ese día tuve a mi ángel de la guarda haciendo horas extras!!!

Bicos, Fátima!

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