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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Mi hijo beberá agua potable

Lúcidos, raros, imposibles, premonitorios. Existen multitud de sueños, y Nahla, pasa las horas soñando. Sueña despierta. Abiertos los ojos y dormidos los miedos, Nahla no canta, no vacila, no se queja. Sus dolores son el eco del más profundo silencio.

Ya no llueve en el Chad, y sin embargo Nahla camina mojada, ahogada en su propio sudor y sumergida en sus pensamientos. El mantón de percal atado a su espalda sostiene a Sindu, que dormido no reacciona a pesar del “en ocasiones” ajetreado caminar de su madre. A Sindu le sonríe la suerte. Gran hazaña por su parte la de no perecer en su primer año de vida, cosa tan habitual en las distintas partes del continente Africano.

Aunque quizás sería más correcto otorgar los honores de tal peripecia a Nahla. Las otras opciones diferentes a superar con sus rutinas el día a día son inviables, por ello, Nahla camina todas las mañanas. Emprende el viaje del agua con la esperanza de poder apagar su sed y la del niño que lleva a cuestas. En su cabeza, una palangana, y en su mano derecha otro pequeño barreño. Con suerte podrá utilizar parte del agua para cocinar alguna verdura al final del día. El precio a pagar no es mucho...”sólo” 14 kilómetros a pie por la sofocante estepa subsahariana.

Si el cielo se dignase a ofrecer algo de lluvia las cosas serían un poco diferentes. Nahla podría obtener el agua en el pozo de su aldea y el tiempo invertido en el viaje sería dedicado a otros menesteres, ya que ni el hambre, ni la malaria, ni la guerra separan a Nahla de su cometido. Mientras tanto, Nahla sueña lo mismo todos y cada uno de los días. “Mi hijo beberá agua potable” y es entonces cuando una fuerza inexplicable surge de ella como si de una gran corriente de agua se tratase. Donde unas potentes olas se dirigen a una orilla y Nahla no hace otra cosa que dejarse llevar, dejarse arrastrar.

Hay tantas cosas en la vida, tantas aspiraciones imposibles, tantas cosas que se desean y a veces no se consiguen, y sin embargo Nahla sigue intentándolo. Busca lo que no espera hallar, pero esa búsqueda sí le merece la pena.

Algún día lloverá, y ese día Nahla, dejará de soñar por un mísero instante. Ese día cantará bajo la lluvia. Porque es el agua el noventa por ciento de su cuerpo. Y es el agua lo que hará de Nahla una mujer feliz.

Fuente: Hechos de Hoy
Texto: Angeles Álvarez

1 comentario:

Loli Salvador dijo...

Hola Fátima, precioso todo lo que escribes, no me he olvidado de ti aunque no deje constancia de mi paso.
Hoy vengo a desearte una Feliz Navidad para ti y tu familia.
Un abrazo

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