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viernes, 20 de junio de 2014

Kenia convierte en arte la basura del mar

¿Qué se puede hacer con los centenares de miles de chanclas que cada año escupe el mar en las costas de Kenia? Una empresa convierte en juguetes y esculturas de goma uno de los principales desechos del Océano Índico. El turista que viaje a Lamu, en la costa norte de Kenia, nunca olvidará cómo centenares de tortugas asoman la cabeza a través de la cáscara y emprenden su primer viaje al mar...donde se encontrarán con uno de sus principales enemigos: las chanclas de goma.

Las tortugas confunden este calzado con apetitosas medusas; los pájaros también lo ingieren accidentalmente cuando las olas lo han reducido a trozos muy pequeños.

Julie Church, una científica keniana que en 1997 trabajaba en una reserva marina próxima a la frontera con Somalia, tuvo una idea para empezar a luchar contra la proliferación de este residuo no biodegradable en las costas: convertirlo en arte. Su empresa, Ocean Sole, fabrica juguetes, bisutería y figuras de colores vistosos con las chanclas que aparecen sucias y rotas en la arena o flotando en el mar.

"Todo empezó en las playas del norte de Kenia, en Lamu. Allí los niños se hacen juguetes con lo poco que tienen, botellas de plástico y chanclas, y decidí conectar conservación y desarrollo", explica a Efe.

Precisamente, estos materiales -botellas y chanclas- son los residuos marinos más importantes en las playas de Kenia. El litoral keniano es el vertedero al que van a parar todas las chanclas del Índico, tras largas travesías desde las costas de Oriente Medio, el Sudeste asiático o Australia, por una combinación de corrientes.

Las chanclas de plástico son, además, el calzado más utilizado por los africanos de la costa oriental, por ser muy barato y por su costumbre de nadar con las chanclas puestas.


Ocean Sole factura un millón de chelines (unos 8.300 euros) por cada 1.000 kilos de chanclas recicladas, recogidas en varios puntos de la costa de Kenia y procesadas después en su taller de Nairobi. Anualmente, la compañía recicla hasta 400.000 kilos de chanclas cada año, y paga a sus recolectores 20 chelines (unos 15 céntimos de euro) por cada kilo de plástico.

"Cuanto más vendamos, más podemos reciclar", enfatiza la empresaria, que destina hasta el 25 % del precio de venta de cada uno de sus productos a una fundación con la misión de concienciar sobre la necesidad de conservar el mar y reciclar la basura que tiramos en él.

"No podemos decir cuánto quitamos en comparación con lo que hay (en el mar) porque nadie lo está controlando, pero a través de esto el objetivo es concienciar sobre los residuos marinos como un problema global", explica.

La conservacionista advierte de que los desperdicios del mar van a ser uno de los principales problemas medioambientales en las próximas décadas, y se ufana de ser una de las primeras que ha pensado en cómo hacerle frente: "Estamos dando una solución africana al problema de la basura del mar", subraya.

Esa solución comienza en una montaña de plástico en la factoría de Nairobi, que se limpia y desinfecta antes de convertirse en la pata multicolor de un elefante, el cuello infinito de una jirafa o el cuerno de un rinoceronte.

En este proceso intervienen unas 70 personas, la mayoría tallistas y escultores que ponen todo su arte en convertir calzado desechado en piezas apreciadas por los visitantes de zoos, acuarios o tiendas de juguetes en 20 países del mundo.

Jonathan Lenato, un joven de 32 años, fue uno de los primeros artistas en unirse a la empresa keniana, donde ha aprendido a moldear la goma para crear tortugas, leones o jirafas, sus preferidos y los más vendidos junto a los elefantes.

"Aquí sólo trabajo ocho horas", confiesa a Efe el artista, feliz de tener una jornada laboral "occidental" en un país donde gran parte de la población activa no tiene horario laboral reglado, ni siquiera un contrato legal.

Sus creaciones llevan el mensaje del compromiso medioambiental más allá de las fronteras de Kenia y del continente africano, hasta Estados Unidos, Europa, Australia, Indonesia o Japón. Latinoamérica es una de las próximas fronteras en la expansión de Ocean Sole, junto al Sudeste asiático, cuyas costas son también dos de los grandes basureros de chanclas del mundo.

(Agencia EFE)

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