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miércoles, 30 de noviembre de 2016

El silencio de la violencia: millones de niños huérfanos en la R.D. Congo

Huérfanos en el Centro Don Bosco de Goma

Más de 4 millones de niños han perdido al menos a uno de sus progenitores en la República democrática del Congo, a lo largo de las dos últimas décadas. El silencio de estas víctimas sigue inmerso en oleadas de violencia.

Más de 26 millones de huérfanos vievn en el Oeste y Centro de África, uno de estos países es la R.D.Congo, el segundo en el mundo detrás del Sudeste Asiático, según Naciones Unidas. 

Estos niños crecen en un ambiente de conflicto, con continuos enfrentamientos étnicos y luchas por la extracción de minerales. La violencia y los desplazamientos provocan además la separación de familias enteras. Estas rupturas familiares obligan a muchos niños huérfanos a buscarse una vida sólos desde muy pequeños. Los más vulnerables son reclutados por grupos armados y milicias, y otros muchos son víctimas de la expotación sexual en un país donde la violación se ha convertido en un hecho habitual en las calles.

"Se trata de huérfanos con historias llenas de violencia desde 1994, es una generación de víctimas contínuas" dice Francisca Ichimpaye, un monitor del Centro Les Enfants INUKA. 

Algunos de estos huérfanos, que viven en Goma como:


Alpha Meleki, de 6 años, que a comienzos de este año fue encontrado entre un montón de cadáveres tras el ataque de los rebeldes en Beni, el pueblo en el que vivía, situado al Este del país. A pesar de que recibió un disparo logró sobrevivir. Las heridas de bala y la cicatriz de cirugía sobre el vientre inflado se han curado recientemente. 

Las cicatrices emocionales todavía son recientes. Todavía desconfía de los desconocidos y sólo busca la mano de los adultos que conoce. Mientras se acaricia la cicatriz que todavía está visible en su cabeza. "Ellos me golpearon con un machete" repite el pequeño.

No soporta oir los gritos de otros niños cuando llegan con heridas y tienen que recibir asistencia médica en el centro INUKA.  Desde el centro nos dicen que el niño puede tardar años en encontrar a algún miembro de su familia, porque los ataques persisten en el Este del pais.

O como Jeannette Umutsi de 17 años, que cuida de su hermano pequeño intentando que no conozca los horrores que ella ha sufrido. Al principio ella cuenta su historia que comienza unos años después del genocidio de Ruanda. Los guerrilleros armados asaltaron su casa la golpearon en la pierna con una pala y casi mataron a su hermana. 



Ella y su familia escaparon de su ciudad natal Kirolarwe en 2008 para evitar la violencia. En el siguiente pueblo, ella se ocultó en una caseta de madera durante 3 días para salvarse de otro ataque. Mientras escuchó disparos y vió cadáveres, incluyendo el de su tío. "Tengo tantas pesadillas ahora. Tantas pesadillas" dice. 

Su madre volvió para salvarla. Pero más tarde murió tras el parto en el que nació su hermano Shukuru, ahora de cinco años. Su padre solía ser un luchador, ella dice. Una vez, él amenazó con matarla con un machete. Cuando Jeannette habla de él, ella se inclina y mete la cabeza entre sus piernas, el miedo es palpable en sus ojos. Finalmente logró escapar de la familia, envolvió a su hermano pequeño, se lo cargó a la espalda y caminó durante días hacia el Campo Mugunga en Goma. Actualmente es la mayor de una docena de niños en el Centro de INUKA, donde ayuda a cocinar el pescado y el arroz para el almuerzo y cuida de los niños durante las siestas.

Moise Munoka, de 7 años, que habla susurrando mientras relata la pérdida de su madre. Ella murió en 2013 después de sufrir varias violaciones y las enfermedades que padeció. 



Las violaciones en la R.D.Congo son constantes, en el Centro la Voz de los Niños en la ciudad de Goma, Moise y su hermana Agata son algunos de los 30 menores nacidos fruto de violaciones a mujeres congolesas. Aunque Moise nunca ha conocido a su propio padre, él sabe que él era probablemente un  guerrillero que violó a su madre. 

Cuando alguien le pregunta si le gustaría conocer a su padre algún día, Moise responde con un "no". Él es feliz tras haber dejado a trás la guerra en el pueblo de Massissi. " Es un lugar malo porque hay guerra, la gente se odia y les gusta matar, " dice él. " Hay gente siempre muerta, y la sangre", recuerda. 
Actualmente él y su hermana están a cargo de una mujer viuda Arlette Kabuo Malimewa, de 45 años y madre de otros tres niños y que también se ocupa de un bebé.  Agata duerme en la sala de estar, que tiene varios posters de Jesucristo. Moise tiene su propio espacio, donde sus dos bolsas de libros cuelgan de dos clavos en los tablones de madera. Malimewa vende sábanas para la cama y consigue unos 5 dólares a la semana. 

Fuente: AP

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