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lunes, 9 de enero de 2017

Cabo Norte, región de contrastes en Sudáfrica


Los amantes de la naturaleza pueden contemplar grandiosos paisajes y disfrutar de safaris que invitan a conocer más de cerca a la flora y la fauna de este destino exótico

El Cabo Norte de Sudáfrica, en la frontera con Botsuana y Namibia, es una región llena de contrastes: sabanas donde durante muchos años no cae ni una gota de agua y algunas de las explotaciones vitivinícolas más exitosas del país.

Suricatas
El sol de la mañana envía rayos centelleantes hacia el aire todavía frío de la noche. Nos encontramos medio dormidos delante de un edificio en el margen del parque nacional transfronterizo Kgalagadi, en el norte de Sudáfrica, cerca de la frontera con Botsuana. Y no estamos solos. Pequeños animales esponjosos con caras afiladas corretean curiosos sobre la arena roja hacia nosotros. 

Cabo Norte es la provincia más grande de Sudáfrica, en cuyo extremo se encuentra una delgada franja de tierra enclavada entre Botsuana y Namibia. Aquí comienza el paisaje de desierto arenoso del Kalahari y el parque transfronterizo Kgalagadi. Allí, en una superficie más grande que Gales, los animales endémicos pueden moverse libremente. Ninguna valla impide a los leopardos, ñus y chacales cruzar la frontera entre los países.

A unos 250 kilómetros más al sur, el imponente río Orange se dirige a Namibia abriéndose camino con rápidos por la tierra rocosa. Las dunas de arena quedan atrás para dar lugar a impresionantes paisajes rocosos y gargantas. Gracias al agua, aquí, muy lejos de la costa, se encuentra una de las regiones vitivinícolas más productivas del país.


Por kilómetros se extienden los viñedos y varias destilerías invitan a degustar brandys. Sin embargo, tampoco en esta región faltan los animales salvajes: en el parque nacional de las Cataratas Augrabies, en la frontera con Namibia, viven jirafas, babuinos y leopardos.

En cambio, la región del Kalahari es árida y seca. Los valles y las colinas resplandecen con tonos terrorosos, desde la arena casi blanca por la erosión en los valles hasta un rojo luminoso en las dunas. La vegetación está dominada por espinas de camello y las hierbas secas de las dunas. Salares marcan los lugares donde antes había lagos ya evaporados bajo el sol abrasador. Junto con el turismo, la explotación de los salares es una de las principales ramas de actividad económica de la región.

Para sobrevivir aquí, la flora y la fauna necesitan cualidades especiales: las raíces de las espinas de camello, una especie endémica de acacia, se hunden hasta una profundidad de 100 metros en el suelo arenoso.

Gracias a un sistema de refrigeración en la nariz, los macizos antílopes órice pueden aguantar temperaturas corporales de hasta 46 grados. Y estos animales cuentan con una reserva de agua especial: las raíces órice, que toman su nombre de esta especie de antílopes, tienen un alto contenido de agua. Las raíces saben muy amargas pero evitan la deshidratación.


En el margen occidental del parque se encuentra, escondida detrás de dunas, el lodge “!Xaus”. El signo de exclamación representa el ”cliqueo” en la lengua nama, un sonido que se produce chasqueando la lengua. Aquí hay una docena de cabañas de madera, intercomunicadas por pasarelas.
“¡Bajen las luces!”, ordena nuestra guía, Melissa, durante un safari nocturno, porque los coches han asustado a un par de avestruces. Si los animales miran directamente a las luces, se quedan ciegas durante un par de minutos y se convierten en un botín fácil para cazadores, explica Melissa.

La guía pertenece a los mier, un grupo étnico que, junto con los khomano san, son los pueblos nativos del Kalahari. La joven mujer se crió en una granja en la cercana ciudad de Rietfontein antes de que comenzara a trabajar como cocinera en el lodge y convertirse después en guía. Junto con Andries, miembro de la etnia khomano san, transmite sus conocimientos sobre el Kalahari.

Hoy, la sabiduría y las técnicas de caza de las dos etnias son más que nada folclore. En la década de los 60, los pueblos fueron expulsados del Kalahari y los privaron de su modo de vivir tradicional. A principios del presente siglo, una demanda presentada ante los tribunales fue aceptada y obligó a devolver a las dos comunidades 50.000 hectáreas de tierra.

Sin embargo, los tiempos de los recolectores y cazadores habían terminado de forma irreversible. Por esta razón, se instaló en su territorio un lodge como fuente adicional de ingresos. Una parte de los beneficios corresponde a los dos pueblos.

lodge “!Xaus
El alojamiento es gestionado por un consorcio con experiencia en el turismo. Sin embargo, la mayoría de los empleados proviene de las comunidades san y mier. “Ayudamos a mejorar su vida”, dice el director del lodge, Richard Ilett. Solo que una y otra vez le causa problemas la mentalidad de los san. “Ellos quieren disfrutar de la vida y relajarse”. Según Ilett, para los san el tiempo juega otro papel de lo que estipulan los contratos y las jornadas de trabajo.

La sequía en el Kalahari ya dura casi cuatro años. Por esto, los animales se agolpan alrededor de los pocos charcos. Se impone la ley del más fuerte. El león del Kalahari, de melena negra, tiene un derecho irrestricto a beber. Si uno de los antílopes órice con sus cuernos afilados cuestiona la jerarquía en el seno de la manada, se desatan peleas pese al calor sofocante. Una lucha que levanta el polvo de la arena infinita.

Fuente: Diario Las Américas

jueves, 5 de enero de 2017

El saltamontes, una delicia culinaria en Uganda


Los niños corren entre los arbustos, saltando por aquí y por allá para atrapar saltamontes. En un día bueno, muchos regresarán a casa con bolsas de plástico llenas de insectos para freír y comer como botana.

Los "nsenene", como los ugandeses llaman a estos verdes insectos saltarines, son una delicia culinaria buscada por muchos en esta época del año, cuando millones de insectos nacen con la temporada de lluvias. La gente dice en broma que les caerá una maldición si la temporada de saltamontes pasa sin que ellos prueben los insectos.

"Vine a comprar estos nsenene porque mi esposa me envió por ellos", dice O.J. Gerald mientras compra a un vendedor ambulante en la capital Kampala. "A ella realmente le encantan. Se fríen con cebolla y un poco de sal y saben muy bien. Son muy crujientes en la boca". Cuando se fríen, los verdes saltamontes cambian a un color dorado y despiden un aroma a tierra que encanta a los entusiastas.

La cacería de saltamontes se ha vuelto una actividad comercial en Uganda. Algunos colocan brillantes lámparas para atraer a los insectos, los cuales se estrellan en sábanas estratégicamente colocadas y caen en barriles donde quedan atrapados.

Pueden verse cientos de trampas para saltamontes en toda Kampala, muchas veces violando las normas locales de seguridad debido a que las instalaciones pueden ocasionar peligrosos cortos circuitos. La temporada de insectos corre de noviembre a enero, cuando el país por lo general recibe fuertes lluvias, y otra vez en abril y mayo.

Los vendedores callejeros hacen buenos negocios con cada bolsa de medio kilo (una libra) de saltamontes que venden ya listos para comer por unos 2,75 dólares cada una. Para prepararlos, les quitan las alas, las patas y la antena mientras todavía están vivos.

Los saltamontes cocinados tienen enormes cantidades de proteína y grasa, además de fibra dietética, dice Geoffrey Ssepuuya, nutriólogo ugandés e investigador de los saltamontes en la Universidad de Leuven en Bélgica. "Los saltamontes son muy nutritivos", agrega el experto. "De hecho son más ricos en comparación con las fuentes convencionales de proteína".


En un ajetreado mercado en Kampala, Sylvia Namwanje fríe los insectos con aceite, cebolla y ajo, creando un acento distintivo que puede olfatearse a metros de distancia. Las personas estacionan sus camionetas y esperan a que les sirvan. Entre sus clientes también hay ugandeses que viven en el extranjero.

"Los nsenene son muy deliciosos", dice Namwanje. "Solo están en temporada ciertos momentos del año. Las personas los comen porque saben que es el único periodo que podrán comerlos. Son mucho más deliciosos que el pollo o cualquier carne".

La comerciante asegura que la venta de saltamontes representa una parte importante de su ingreso anual."Con lo que gano he podido educar a mis hijos, cuidar a mi madre y familia", comenta orgullosa.

Fuente: El Horizonte

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