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viernes, 20 de julio de 2012

La sequía provoca una fiebre del oro entre los campesinos de Burkina Faso


La crisis alimentaria que vive Burkina Faso empuja a miles de campesinos a abandonar sus tierras para trabajar a destajo en minas artesanales de oro, excavadas por ellos mismos sin las mínimas medidas de seguridad en busca de trazas de este mineral que creen les sacará de la pobreza.

Aunque este tipo de minas que nacen espontáneamente existen desde hace tiempo en Burkina, en el último año estos asentamientos se han multiplicado coincidiendo con el agravamiento de la escasez de comida entre la población, según han podido constatar periodistas españoles en un viaje organizado por la ONG Intermon Oxfam.


Los campesinos cavan agujeros de más de 40 metros de profundidad y, ayudados sólo por picos, palas, cuerdas y sus propias manos, extraen rocas que luego son seleccionadas y reducidas a una especie de arena, en la que ya empieza a ser visible las trazas de oro.
Al final del proceso, se suele utilizar el mercurio para acabar de aislar el oro. La manipulación de este material, altamente tóxico, se realiza sin cumplir con las medidas de seguridad que requiere y sin proteger la salud de las personas expuestas, algunas de ellas niños.

Las ONG que trabajan en Burkina y organizaciones internacionales como Unicef han alertado de las dimensiones que está tomando el fenómeno de las minas, que provoca un éxodo del campo de los hombres, los responsables precisamente de cultivar las tierras, y que arrastra incluso a muchos niños que abandonan así la escuela.
Además, las minas impulsan la instalación de asentamientos humanos anexos en los que crece la prostitución, la transmisión de enfermedades como el sida y el vandalismo, además de resultar un atentado contra el medio ambiente, ya que el mercurio y el cianuro se filtra en el subsuelo y produce enfermedades.
La mina Village Poegodo, en la provincia de Passoré, en el centro de Burkina, es una de ellas. Aparecida en septiembre de 2011, cientos de hombres trabajan en turnos de doce horas -no se descansa nunca- extrayendo rocas del interior.
La gran mayoría de los que trabajan allí son hombres jóvenes, algunos casi adolescentes, pero también se ven niños de unos 8, 9 y 10 años. Las únicas mujeres que se ven venden mangos entre los hombres y tienen el aspecto de prostitutas.
"No hay nada que comer en nuestros campos y por eso nos metemos en el hoyo para buscar oro", aseguran a los periodistas algunos de estos hombres, vestidos con camisetas y pantalones sucios y raídos, cuando no casi destrozados.

Lassané Guira, de 21 años, lleva algo más de dos meses en esta mina, aunque todavía no ha ganado nada porque no ha podido encontrar oro. "Tengo mi propio hoyo. Encontraré oro, podré comer y luego prepararé mi futuro", asegura con un cierto brillo de orgullo en su mirada.
En las minas de Koutula, en la provincia de Yarcé, Koanda Mohaimini, de 43 años y siete hijos, asegura que cada grupo de trabajo (de unas 7 personas) pueden ganar 100.000 francos CFA por semana (150 euros). Otros hombres dicen ganar entre 20 y 30 euros al día.
Pese a estos testimonios, la oficina de UNICEF en Burkina asegura que son muy pocos los hombres que ganan dinero en las minas.

"Es una fiebre. Se crean verdaderos pueblos alrededor de las minas y las costumbres que se generan son muy nocivas. Se dice, por ejemplo, que si un minero hace el amor con una mujer que tiene la regla y no se limpia después es más fácil encontrar oro. Esta práctica aumenta las enfermedades de transmisión sexual, entre ellas, el sida", asegura Mauro Brero, un portavoz de UNICEF.

Pese a que, en apariencia, cualquier hombre puede llegar y abrirse su propio agujero, está claro que hay una estructura de poder.
Al atardecer, en la mina de Kutula aparece una persona que dice ser el responsable de la seguridad y de la compra del oro que se encuentre y que pide explicaciones por la presencia de los periodistas. Asegura que trabaja para una empresa conocida como Oro Metal, de Burkina.
Pese a no existir estadísticas oficiales, los medios de comunicación locales contabilizan hasta 500 los emplazamientos mineros que existen en cinco de las provincias del país.
El oro es el principal producto que exporta Burkina, donde se han instalado multinacionales, entre las que destacan una de Canadá y otra de Rusia, que llevan a cabo las actividades extractivas con licencias del gobierno burkinés.

Fuente: Diario Vasco
Texto:  María Jesús Ezquerro

lunes, 16 de julio de 2012

Marruecos prohíbe hacer escala en Casablanca a un crucero gay


El Nieuw Amsterdam es una isla de libertad para sus 1.564 pasajeros —en su inmensa mayoría homosexuales, el 95% hombres— y una verdadera pesadilla flotante para los homófobos de todo signo. Mientras en decenas de capitales occidentales se celebraba el día del Orgullo Gay, Marruecos denegaba la entrada de este crucero de bandera holandesa en el puerto de Casablanca, una escala confirmada hace meses. Y ha acabado en Málaga.

“Estaba en la peluquería cuando el capitán anunció por megafonía que la escala en Casablanca quedaba cancelada por motivos de seguridad y porque la llegada del barco se había convertido en un asunto de controversia pública”, afirma Eric, de Washington DC y funcionario del Gobierno de Estados Unidos y que ha pagado unos 7.100 euros por un pasaje para dos personas.

Según la naviera Holland America Line y la empresa organizadora del viaje, RSVP Vacations, especializada en el mercado gay, fueron las autoridades del país magrebí quienes rechazaron el desembarco de los homosexuales, la mitad de ellos estadounidenses.

Pero el ministro de Turismo, Lahcen Haddad, salió a la palestra para desmentir el veto. “No prohibimos ningún crucero y no preguntamos a nuestros visitantes sus preferencias sexuales”, declaró. . Marruecos necesita turistas, una de sus principales fuentes de divisas junto con las remesas de los inmigrantes. Pero no fue él quien tomó la decisión de vetar el desembarco sino su homólogo de Interior, Mohand Laenser. Los gais tenían previsto visitar la Gran Mezquita de Casablanca, la única en la que pueden entrar los no musulmanes fuera del horario de culto. 1.500 homosexuales concentrados allí podían, según temía, desatar una tempestad de protestas entre los sectores más conservadores.

En Marruecos, como en casi todos los países musulmanes, la homosexualidad es un delito. El artículo 489 del código penal prevé condenas de entre tres meses y tres años de cárcel para quién la practique y multas de 120 a 1.200 dírhams (de 11 a 111 euros). Casi nunca se aplica.

Algunos diarios, como Al Khabar recordaron la contradicción entre la legislación vigente y autorizar el desembarque masivo de los pasajeros gais. Otros señalaban, en cambio, que numerosos visitantes de Marraquech, la ciudad que recibe más turistas, son gays.

Por eso el ministro de Justicia, el islamista Mustafá Ramid, describió en marzo a Marraquech como un lugar “donde gentes del mundo entero acuden para pasar mucho tiempo cometiendo pecados y alejándose de Dios”. Su colega de Turismo, que pertenece a otro partido, le replicó de inmediato.

Desde que, en enero, un primer ministro islamista, Abdelilá Benkirane, encabeza, por primera vez, el Gobierno marroquí, una ola rigorista recorre el país. Pese a todo la Asociación Marroquí de Derechos Humanos encabezó, el mes pasado, un llamamiento a favor de la libertad sexual, es decir de despenalizar las relaciones sexuales de parejas que no estén casadas. Los sectores islamistas conservadores reprobaron con dureza su iniciativa.

No poder visitar Casablanca —el destino más exótico del crucero— supuso un chasco para los pasajeros. “El año pasado estuvimos en Túnez con el mismo barco y todo fue estupendamente”, asegura John Ribson, de Toronto (Canadá).

Algunos viajeros habían contratado una excursión optativa a Marrakech, destino que tuvieron que cambiar por el Museo Picasso y la playa de La Malagueta. “No dejaremos nuestro dinero en Marruecos, lo dejaremos en España”. Los californianos James y Nat llevan 16 años juntos y ayer decían: “Imaginábamos a los marroquíes más sofisticados”.

Fuente: El País

lunes, 2 de julio de 2012

El misterio de "los círculos" de Namibia


Un equipo de biólogos de la Universidad Estatal de Florida acaba de descubrir que los "anillos de hadas" que se cuentan por miles en el desierto de Namibia siguen una especie de "ciclo vital" que los hace aparecer y desaparecer con regularidad. Los nuevos datos, que se publican esta semana en PLOS ONE, añaden, si cabe, aún más incertidumbre sobre la naturaleza de estas formaciones que nadie ha logrado explicar todavía. Su origen sigue siendo un misterio. Se trata de decenas de miles de extrañas "calvas" círculares, de entre 2 y 12 metros de diámetro, que motean las polvorientas praderas africanas del desierto de Namibia, justo entre Angola y Suráfrica. En el interior de esos círculos la hierba no crece, pero muchos de ellos están rodeados por un anillo de vegetación más alta que la de alrededor, una especie de corona verde que marca claramente el perímetro de la zona seca.


Señalados en Google
Los habitantes de la región los llaman "las huellas de los dioses". Y los científicos que han intentado dar alguna explicación a estas curiosas formaciones han vuelto, todos, con las manos vacías. Fenómenos similares se conocen en bosques y praderas de casi todo el mundo (en España se llaman "anillos de hadas" o "corros de brujas"), pero se producen sólo ocasionalmente y se sabe que muchos de ellos están producidos por la acción de varias clases de hongos, que afectan de esa extraña forma al crecimiento de la vegetación.

Pero lo que sucede en el desierto de Namibia es, o parece ser, algo completamente diferente. Los círculos se cuentan por decenas de miles y las explicaciones que han servido en otros lugares no han conseguido aquí romper la barrera de misterio que los rodea.

Más que una vida humana
Ahora, Walter Tschinkel, un biólogo de la Universidad Estatal de Florida, ha descubierto algo que se desconocía por completo. Y es que los círculos africanos siguen una especie de "ciclo vital" que los hace aparecer y desaparecer con regularidad y sin un motivo aparente. Los más grandes pueden persistir incluso más tiempo de lo que dura una vida humana. El estudio de Tschinkel no resuelve el misterio, pero al menos aporta algo más de luz a la cuestión.


En su artículo, Tschinkel revela que los círculos más pequeños tienen una duración media de 24 años, mientras que los más grandes pueden llegar hasta los 75. "La cuestión del por qué se forman es muy difícil de resolver -afirma el investigador-. Hay sobre la mesa un buen número de hipótesis, pero las pruebas no son convincentes para ninguna de ellas".

Tschinkel se interesó por primera vez en los círculos en el año 2005, durante un safari por el desierto de Namibia. A su regreso a Estados Unidos, se dio cuenta de que muy pocos investigadores habían podido estudiar el fenómeno con detalle. Se trata, en efecto, de una zona muy remota y de difícil acceso. La población más cercana está a casi 200 km de distancia y abunda la fauna salvaje.

Al principio, Tschinkel pensó que los círculos marcaban los límites de colonias subterráneas de termitas. Pero al excavar bajo un buen número de ellos no encontró ni rastro de esos insectos. Otras hipótesis, como la acción de hongos, o sutiles diferencias en los nutrientes del terreno, o la emanación de vapores tóxicos desde el subsuelo, tuvieros que ser descartadas.

Una de esas cosas inexplicables
Incluso los datos recabados por Tschinkel deben ser tomados con cautela. Durante su investigación, el biólogo estudió centenares de imágenes aéreas y de satélite de la zona, y comparó las diferencias entre colecciones de fotografías de los mismos lugares obtenidas con cuatro años de diferencia, en 2004 y 2008. Fue entonces cuando se dio cuenta de que los círculos, en el momento de aparecer, tenían ya su tamaño final o crecían muy rápidamente hasta alcanzarlo. Los más pequeños tienen unos dos metros de diámetro, mientras que los mayores alcanzan los doce metros.

Una vez formados, la erosión del viento crea en el interior de los círculos ligeras depresiones. E incluso hay algunos que han sido "recolonizados" por la vegetación y son ya apenas perceptibles. Tschinkel utilizó las imágenes de satélite para averiguar cuánto tiempo necesitan los círculos desde que se forman para pasar a la fase de madurez y "muerte", cuando vuelven a ser ocupados por la vegetación.

Tschinkel se dio cuenta también de que los círculos sólo se forman sobre terrenos muy arenosos o en los que hay muy pocas piedras. Pero nunca sobre dunas o aluviones, donde la arena ha sido depositada por el agua.

Muchos de los experimentos y análisis están aún en curso, y el propio Tschinkel lamenta que ninguno de ellos permita aún explicar las razones que se ocultan tras el fenómeno. Se ha llegado incluso a pensar que se trata de un complejo (y desconocido) patrón de crecimiento de las plantas, que de alguna forma se "organizarían" para repartirse los nutrientes en un ambiente donde éstos escasean. Pero nadie sabe cómo las plantas pueden ser capaces de crear este patrón, y de seguirlo incluso si están dispersas en un área de muchos kilómetros cuadrados.

Al final, el propio Tschinkel piensa que los "círculos de hadas" de Namibia nunca dejarán de ser un misterio. Es posible, afirma, que sea una de esas cosas que la Ciencia nunca consiga explicar.

Fuente: ABC
Texto: José Manuel Nieves

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