Según un informe de UNICEF, se estima que existen 300.000 menores de 18 años involucrados en más de 30 conflictos armados en todo el mundo. Estos niños y niñas no solamente actúan como combatientes, sino que también son usados como mensajeros, cocineros y esclavos sexuales. Es por ello, que a partir del Protocolo Opcional a la Convención sobre los Derechos del Niño, se ha matizado el término "niños soldados" por el de "niños involucrados en los conflictos armados".
Algunos son reclutados por la fuerza, separados de sus familias y llevados a vivir en zonas de combate, y otros se incorporan "voluntariamente" a causa de la pobreza extrema, ya que se les promete la provisión de comida y algunas comodidades de vida mínimas.
Algunos son reclutados por la fuerza, separados de sus familias y llevados a vivir en zonas de combate, y otros se incorporan "voluntariamente" a causa de la pobreza extrema, ya que se les promete la provisión de comida y algunas comodidades de vida mínimas.
Al puntualizar quiénes son los que utilizan en mayor medida a los niños, la Coalición mundial contra la utilización de niños soldados estima que en su más alto porcentaje son los grupos armados no estatales en países como Chad, Burundi, Guinea, Congo, Afganistán, Irak, Irán, Somalia, Myanmar, Sudan, Yemen, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Sri Lanka y Filipinas. En Colombia se estima que existen 11.000 niños involucrados, que forman parte mayoritariamente de las FARC y el ELN.
Desde las organizaciones internacionales se han reforzado los mecanismos normativos, mediante la búsqueda de adhesiones a los tratados que protegen a los niños del reclutamiento y uso como soldados. Paralelamente, existen programas de desarme y desmovilización. Sin embargo estas medidas no han sido exitosas ya que no hay esfuerzos internacionales formales para detener este fenómeno y aún la reinserción postconflicto de estos niños en la sociedad es una tarea muy compleja.
Entrenados en hábitos violentos y tácticas de guerra de guerrillas, estos menores no solamente son víctimas del conflicto, sino que a la vez se vuelven victimarios de sus compatriotas y hasta de sus familiares. Se vuelven así protagonistas de lo que a su edad solamente es concebible en un tablero de juego, enterrando para siempre su infancia.
Fuente: Clarin
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