Tenía muchas esperanzas en Namibia: me gusta mucho el desierto, y no me decepcionó en absoluto. Lo primero que sorprende es que después de cruzar en camión cisterna el desierto del Kalahari, que comparten Botsuana y Namibia, llegamos a Swakopmund. De repente aparece en medio de la nada una capital europea, costera, en el Atlántico, increíblemente limpia y completamente tomada por los alemanes.
Nos recomendaron un sitio para dormir, The Alternative space: está preparado para hospedar a 'backpackers' pero el ayuntamiento lleva tiempo negándoles la licencia a la curiosa pareja que lo gestiona. No es de extrañar, pues a pesar de la limpieza, extravagante arquitectura, original decoración con cuadros de la artista mas conocida de la ciudad (Susan Mitchinson), la inspiración hippie en que se basa les impide funcionar como hotel. Las duchas están al aire libre, (entonces era agosto luego invierno en el hemisferio sur). Más vale que te duches de día, si quieres hacer tus necesidades, no busques la puerta, sí, esa cadena que cuelga de la pared es el pestillo. Y al final de un caminito en espiral encontramos la taza.
A la hora de pagar, esto no es un hotel, podemos hacer alguna aportación para el mantenimiento de las habitaciones pues aquí acogen a los amigos. Si te consideras un amigo te quedas; si no, te marchas y tan amigos.
Nos levantamos por la mañana, cogemos la furgonetilla que habíamos alquilado en la capital, Windhoek, y nos vamos a Cape Cross, una colonia de focas en la costa del Namib Desert. Aparcamos y nos vamos acercando a pie, poco a poco vamos escuchando el ruido que hacen unas 8.000 focas juntas, y comprobamos que el Lonely Planet no nos engaña en absoluto cuando advierte que huele bastante mal en esta playa. Las otras guías que consulté coincidían. Y sí, ningún autor exagera con su pituitaria.
En realidad casi no se puede respirar, pero no deja de ser un espectáculo para la visión: unas apareándose, otras pariendo o amamantando y otras arrastrándose por la arena hacia el mar a toda prisa huyendo de un coyote (canis latrans) que las persigue. Ciertamente no sabemos si está jugando con ellas o se quiere comer a alguna, lo cierto es que es curioso cómo unas focas huyen a toda prisa, aleteando, despejando la playa, haciendo un ridículo ruido que no podemos dejar de imitar durante toda la jornada, imitación que le hicimos hasta a una vendedora en la gasolinera en la que repostamos al abandonar este lugar y que no tardó en averiguar... con una inevitable risa. Estaría acostumbrada. Los turistas... ya se sabe.
Texto: Victoria García Montes
Fuente: ABC
2 comentarios:
Dan ganas de viajar.....
Bss
Siendo África da igual a donde ...
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