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sábado, 10 de mayo de 2014

Ruanda se atreve a tener dulces sueños, y con sabor a helado

De todos los rincones de Ruanda, e incluso del vecino Burundi, la gente llega en bandadas al sureño poblado de Butare para conocer la pequeña tienda Inzozi Nziza (dulces sueños) y degustar algo desconocido: un helado.

Louise Ingabire, de 27 años, está al frente de Inzozi Nziza (dulces sueños), la primera heladería de Ruanda, ubicada en Butare. Aquí, en la primera heladería de la historia de esta nación del centro de África que abrió sus puertas hace cuatro años, los clientes pueden ordenar helado suave en sabores como crema dulce, fruta de la pasión, fresa y piña. Las coberturas incluyen frutas frescas, miel y granola artesanal. También se sirve té negro de Ruanda y café.

El pequeño comercio, cuyo eslogan es “Helado. Café. Sueños.”, explota la curiosidad ruandesa por un dulce desconocido, y está “cambiando vidas”, dijo Louise Ingabire, su gerenta.

Sentada ante una mesa de su negocio, a punto de devorar un helado suave con sabor a miel, Ingabire, de 27 años, dijo a IPS: “El helado es importante. A mí me gusta porque me da energía, pero también es relajante. A algunos ruandeses les gusta, pero es algo nuevo. Todavía tenemos trabajo que hacer para darlo a conocer”.


Fiel a su eslogan, esta heladería ha vuelto realidad algunos de los sueños de Ingabire.

“Yo no tenía empleo, simplemente me quedaba en casa. Ahora tengo una visión sobre mi futuro. Estoy ganando dinero y puedo darle parte de él a mi familia”, dijo. Butare, que tiene 89.600 habitantes y se ubica a 135 kilómetros de Kigali, la capital, es sede de la Universidad Nacional de Ruanda. Y la heladería Inzozi Nziza se ha convertido en un centro social para estudiantes cansados que buscan algo dulce, fresco y diferente.

“Es algo que junta a la gente”, dijo la estudiante de ciencias agrícolas Kalisa Migendo, de 24 años.“Si tienes que salir y conversar con un amigo o amiga, vienes a tomar un helado a Inzozi Nziza”, explicó.

La mayoría de los ingredientes del helado son locales, y la leche procede de una granja lechera de la cercana localidad de Nyanza. Las vainas de vainilla y los granos de cacao son importados. Quien abrió Inzozi Nziza fue la directora teatral Odile Gakire Katese, también conocida como Kiki. Katese se juntó con Alexis Miesen y Jennie Dundas, dueñas de la heladería Blue Marble Ice Cream de Brooklyn, Nueva York, con quienes se asoció para inaugurar este negocio en 2010.

Katese cree que “una heladería puede ayudar a rearmar las piezas humanas, reconstruyendo espíritus, esperanzas y tradiciones familiares”, dijo Miesen.

Al comienzo, Miesen y Dundas eran las propietarias en asociación con las empleadas, y tenían acciones en la heladería, que es una cooperativa sin fines de lucro. No se fijaron objetivos financieros, pero esperaron 18 meses para transferir sus acciones a las trabajadoras, que habían demostrado sus habilidades empresariales. El éxito de esta heladería no es una excepción. Fatuma Ndangiza, vicepresidenta del Consejo de Gobierno de Ruanda, destacó que hay muchas pequeñas empresas de propiedad femenina.

Sin embargo, “en las grandes empresas, donde hay que competir por licitaciones, hay muy pocas mujeres. Son las recién llegadas a los grandes negocios”, dijo. “Tenemos más mujeres empresarias. Es un área que está interesando a las mujeres, tanto dentro como fuera de Kigali”, agregó.

Aunque el helado es algo nuevo en Ruanda, ella defiende la idea del negocio.

La heladería de Butare emplea a nueve mujeres, y todas pasan su tiempo libre practicando con Ingoma Nshya, el primer y único grupo femenino de tamborileras de este país, creado por Katese hace 10 años. La comparsa está compuesta por mujeres hutus y tutsis, algunas sobrevivientes del genocidio de 1994, en el que fueron asesinadas entre 800.000 y un millón de tutsis y hutus moderados.

Algunas integrantes de Ingoma Nshya son viudas, otras son huérfanas. Y las demás también se han visto afectadas de uno u otro modo por la matanza generalizada. En Ruanda, las mujeres tenían prohibido tocar el tambor, y mucha gente consideraba el instrumento inadecuado y muy pesado para que lo cargara una mujer, dijo Ingabire.

“Es algo que genera unidad”, señaló esta mujer, que perdió a su padre, dos hermanos y muchos primos en el genocidio. “Algunas somos sobrevivientes; otras conocen a alguien que fue asesinado. Tocar el tambor con ellas me da poder, porque todavía estamos vivas”, dijo.

El período oficial de duelo por el genocidio, del que se están cumpliendo 20 años, empezó el 7 de este mes y continuará hasta el 4 de julio. En este plazo, las mujeres de la heladería de Butare también recordarán otro hecho simbólico en sus vidas: el cuarto aniversario de Inzozi Nziza, en junio.

La heladería también protagoniza un documental de los premiados hermanos cineastas Rob y Lisa Fruchtman. “Sweet Dreams” (dulces sueños) cuenta la historia de mujeres ruandesas que intentaron forjarse un futuro tras el genocidio, y también muestra a las tamborileras.

Se exhibió en más de una decena de países de América, Europa y África, incluyendo Estados Unidos y Gran Bretaña. En Ruanda se estrenará este año.

“La película trata sobre la resiliencia, la esperanza, la valentía, los recursos y la capacidad de cambiar el curso de nuestra vida”, dijo la cineasta Lisa Fruchtman, quien en 1984 ganó un premio Oscar al mejor montaje.

FUENTE: IPS


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