Cuando se investiga con pocos recursos económicos, hay que dar rienda suelta a la imaginación. Por eso, los científicos kenianos se las ingenian con pequeñas grandes ideas (y baratas) para modernizar el país y mejorar la vida de su gente.
Algo tan simple como carbón o ladrillos mojados pueden convertirse en la clave para combatir uno de los principales problemas que sufre la agricultura en Kenia: la falta de sistemas de conservación en frío, algo que provoca la pérdida de un tercio de las cosechas. "Busco tecnologías 'low cost', algo que pueda ser accesible para los pequeños agricultores, en cuyas manos se encuentra el 80% de los cultivos", explica a Efe la científica keniana Jane Ambuko.
Junto a sus alumnos de Agricultura de la Universidad de Nairobi, centra todos sus esfuerzos en encontrar nuevas técnicas que mejoren la seguridad alimentaria de su país.
La mayoría de las investigaciones para mejorar la agricultura en Kenia se ha centrado en aumentar la producción pero, ¿qué pasa después con los alimentos?. Más del 30% del cultivo (unas 1.300 millones de toneladas de comida) se tira a la basura por no poder conservarlo, según los últimos datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
"Emstas pérdidas corren a cuenta de los agricultores, que no tienen los medios necesarios para combatir el problema", añade Ambuko. Por eso, en el pequeño huerto del campus universitario, Ambuko y sus estudiantes experimentan nuevas técnicas para crear sistemas de refrigeración que funcionen sin energía, ya que en las áreas rurales la electricidad es casi inexistente.
Entre las investigaciones de los universitarios, Ambuko muestra con orgullo una pequeña cámara construida únicamente con arena y ladrillos, que se mantienen húmedos constantemente. Simple y barato, pero enormemente efectivo: en su interior, los alimentos se conservan a unos 14 grados, mientras que en el exterior la temperatura alcanza los 25.
A pocos metros, otro experimento: una habitación cuyas paredes están revestidas con carbón. Solo manteniendo el carbón mojado, la temperatura en el interior disminuye y se consigue el efecto cámara de frío. Estas pequeñas grandes ideas pueden marcar la diferencia en Kenia, donde la agricultura es el principal motor de su población.
Ambos sistemas permiten conservar los vegetales en perfecto estado hasta ocho días, mientras que si se envasan adecuadamente con una bolsa especial pueden mantenerse casi tres semanas. "Esto supone una gran diferencia para los pequeños agricultores. Incluso para los vendedores que no consiguen vender toda la comida en un día", apunta la profesora.
Fuera de las aulas, Ambuko trabaja codo con codo con la población local y lleva a cabo varios programas de formación en áreas rurales, donde unos 300 pequeños agricultores -en su mayoría mujeres- están aprendiendo a optimizar la producción y minimizar las pérdidas.
En zonas como Makueni, a unos 200 kilómetros de Nairobi, donde la mayoría de su población se dedica al cultivo de mangos, Ambuko está implantando sus experimentos. "Están esperando todo el año a poder vender su cosecha. Pero al no tener ningún sistema de conservación en frío, más del 50% de los mangos se pierden o se venden a un precio muy bajo. Hay que solucionar eso", asevera.
Ambuko es un ejemplo de cómo las mujeres africanas son, a todos los niveles, determinantes para alimentar el continente africano.
En África Subsahariana, son ellas las que producen cerca del 80% de los alimentos, tanto para el consumo del hogar como para la venta. Ahora luchan para hacerse un hueco en el mundo de la investigación para aportar otra mirada al problema de la inseguridad alimentaria.
En países como Namibia, Sudáfrica, Cabo Verde y Kenia, el porcentaje de mujeres investigadoras ya supera el 40%, según el último informe de Perspectiva de Innovación Africana, que destaca que este indicador sirve para medir el desarrollo de cada país. "No es fácil, pero estamos luchando y la situación está mejorando. Ahora el Gobierno ya está apoyando a las mujeres para que puedan investigar", explica.
En otros países, sin embargo, todavía queda mucho por hacer, como es el caso de Etiopía o Togo, donde las científicas apenas rondan el 10%. "Tenemos que demostrar que somos las mejores", manifiesta convencida Ambuko.
Fuente: AGENCIA EFE
Texto: Jèssica Martorel
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