Casi de forma encubierta, sigilosa, sin que el resto del mundo apenas se haya dado cuenta, Alassane Ouattara reconocido como el presidente electo de Costa de Marfil por la comunidad internacional desde las elecciones presidenciales de noviembre de 2010, ha comenzado su particular guerra en Costa de Marfil.
Tras casi cuatro meses de conversaciones diplomáticas, negociaciones infructuosas entre líderes africanos, imposición de embargos económicos sobre Costa de Marfil, presiones y amenazas internacionales, Ouattara ha decidido inicia su propia batalla para llegar al poder y de una vez por todas sacar del sillón presidencial a Laurent Gbagdo su eterno rival, que se niega a dejar el poder proclamándose vencedor de los comiciones marfileños.
Tras casi cuatro meses de conversaciones diplomáticas, negociaciones infructuosas entre líderes africanos, imposición de embargos económicos sobre Costa de Marfil, presiones y amenazas internacionales, Ouattara ha decidido inicia su propia batalla para llegar al poder y de una vez por todas sacar del sillón presidencial a Laurent Gbagdo su eterno rival, que se niega a dejar el poder proclamándose vencedor de los comiciones marfileños.
Desde que en la segunda vuelta electoral del 28 de noviembre Gbagbo y Ouattara iniciaran los enfrentamientos autoproclamándose ambos presidentes de Costa de Marfil y declarándose vencedores de las presidenciales, el país ha navegado a la deriba en un mar de enfrentamientos primero verbales y actualmente militares. Desde el primer momento Gbagbo fue fiel a su mensaje electoral "Ganamos o ganamos", mientras Ouattara se empeñaba en reclamar a la Unión Africana una intervención militar externa que le alzara al sillón presidencial, sin embargo las discrepancias entre los países africanos no consiguieron nunca que esa ayuda exterior en forma de ejército llegara.
Cansando de promesas y de esperas Ouattara y su primer ministro Soro han decidido poner en marcha su propia máquina militar, una guerra que ha pasado desapercibida mientras el resto del mundo se fijaba en los alzamientos populares de los paises árabes, en la catástrofe natural y nuclear de Japón y en la nueva guerra del petróleo sobre Libia. Una guerra a la que muchos no han querido mirar de frente y que prefieren que se resuelva entre marfileños. Algunos expertos consideran que los intereses extranjeros en Costa de Marfil no son tan importantes como para intervenir siguiendo la estela del conflicto libio, otros creen que la mejor fórmula es que el problema lo solucionen los propios marfileños entre si.
Primero fueron las rebeliones puntuales en la ciudad de Abidjan, después enfrentamientos de guerrillas urbanas con la ayuda de milicias y mercenarios, pero el ejército de Gbagbo logró disiparlas a golpe de duras respuestas con armamento pesado en las que murieron decenas de civiles, pero ahora la lucha es meramente militar y las fuerzas de Alassane avanzan desde hace días para "liberar" Abidjan bajo el lema "Operación: Restaurar la paz y la democracia en Costa de Marfil".
Desde el Norte, Este y Oeste el ejército integrado por los ex rebeldes marfileños ha ido tomando posiciones y ganando ciudades y pueblos en dirección a la capital administrativa del país. El objetivo "llegar al palacio presidencial y sacar a Laurent Gbagbo de alli", el hombre que nunca quiso ceder el poder y que ahora tendrá que enfrentarse a su propio pueblo. Un Gbagbo que a día de hoy ya había perdido mucho de sus apoyos y al que a pesar de la situación, el propio Ouattara le prometía mantener su integridad física y la de su familia.
En los últimos días Gbgabo ha reclutado a miles de jóvenes marfileños sin formación militar alguna pero fieles a su lider y dispuestos a luchar y a morir por él. Con apenas unos días de entrenamiento estos "militares noveles" saldrán armados para entrar en combate y defender a un Gbagbo que tiene los días contados en la presidencia del país. Una locura suicida en la que morirán civiles manipulados en muchos casos por falsas promesas electoralistas basadas en una futura Costa de Marfil con identidad propia. Una forma distinta de luchar contra el colonialismo europeo del siglo XXI sobre el continente africano.
La escena que se vive en tierra marfileña no es sin embargo una sorpresa para todos, algunos hombres muy próximos a Gbgabo veían ya desde hace semanas que la derrota podía llegar y por temor a lo que pudiera ocurrir ya se han encargado de sacar del país a sus familias en dirección a Togo, Benin o Ghana. Otros líderes políticos cercanos a Gbagbo intentaban hoy subirse a un avión en dirección a Dubai, cuando fueron retenidos en el aeropuerto de Abidjan.
En el seno del gobierno de Laurent Gbagbo no disimulan el miedo, y las llamadas telefónicas entre algunos de sus cabecillas hacia el equipo de Alassane Ouattara se sucedieron en los últimos días tratando de llegar a un entendimiento pacífico, que por el momento no ha llegado.
El ejército se desmorona
Pero además entre los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado ya han comenzado las deserciones. La primera la del Genegal de las Fuerzas Armadas de Gbagbo, Philippe Mangou que se encuentra refugiado con su mujer y sus cinco hijos en la Embajada de Sudáfrica en Abidjan. La incógnita de lo que puede ocurrir si Ouattara se hace con el poder en los próximos días ronda por la cabeza de miles de militares ,que en los últimos cuatro meses han defendido a Gbagbo.
El ejército marfileño integrado por 60.000 efectivos incluyendo a 15.000 miembros de la Gendarmería, se ha ido desmoronando poco a poco como las piezas de un dominó. En los cuarteles y comisarías son pocos los que se atreven a hablar de su futuro, pero el miedo está patente. Son muchos los que durante estos meses se han mantenido en su puesto de trabajo jugándose la vida porque creían en las palabras de Gbagbo y en el país prometedor que les ofrecía. Otros sin embargo han seguido trabajando día a día porque era su único medio de vida para sacar a la familia adelante, y sobrevivir a la crisis, a pesar de arriesgar su vida por unos ideales en los que nunca habían creido.
En el seno del gobierno de Laurent Gbagbo no disimulan el miedo, y las llamadas telefónicas entre algunos de sus cabecillas hacia el equipo de Alassane Ouattara se sucedieron en los últimos días tratando de llegar a un entendimiento pacífico, que por el momento no ha llegado.
El ejército se desmorona
Pero además entre los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado ya han comenzado las deserciones. La primera la del Genegal de las Fuerzas Armadas de Gbagbo, Philippe Mangou que se encuentra refugiado con su mujer y sus cinco hijos en la Embajada de Sudáfrica en Abidjan. La incógnita de lo que puede ocurrir si Ouattara se hace con el poder en los próximos días ronda por la cabeza de miles de militares ,que en los últimos cuatro meses han defendido a Gbagbo.
El ejército marfileño integrado por 60.000 efectivos incluyendo a 15.000 miembros de la Gendarmería, se ha ido desmoronando poco a poco como las piezas de un dominó. En los cuarteles y comisarías son pocos los que se atreven a hablar de su futuro, pero el miedo está patente. Son muchos los que durante estos meses se han mantenido en su puesto de trabajo jugándose la vida porque creían en las palabras de Gbagbo y en el país prometedor que les ofrecía. Otros sin embargo han seguido trabajando día a día porque era su único medio de vida para sacar a la familia adelante, y sobrevivir a la crisis, a pesar de arriesgar su vida por unos ideales en los que nunca habían creido.
Hace unos días Ouattara anunciaba la creación de las Fuerzas Republicanas de Costa de Marfil, un nuevo ejército de unión en el que tratará de unificar a todos los efectivos militares del país. Pero tras los enfrentamientos armados que se suceden estos días en los que los marfileños luchan entre si, muchos se preguntan ¿cómo se va a llevar a cabo esta unificación militar? no será fácil que los ex rebeldes y los miembros de un ejército profesional convivan bajo un mismo mando después de protagonizar sangrientas batallas con decenas de muertos.
En las calles muchos ya no creen en ninguno de los dos líderes políticos e incluso piensan que la mejor opción es que ambos se retiren. El afán por el poder les ha llevado a los dos a tomar decisiones extremas sacrificando a su propio pueblo, eso si siempre alegando que eran las mejores para el país. Ouattara seguraba ayer en un discurso que a medida que sus tropas han ido ganando terreno en el mapa marfileño, la población los ha ido recibiendo contentos y como verdaderos liberadores del país.
Tensión en Abidjan
El miedo se apoderaba desde hace semanas de la población civil que ha abandonado la capital buscando refugio en pueblos pequeños y localidades más tranquilas, donde el riesgo a morir de un tiro o una explosión es menor. Hoy mismo en barrios tan céntricos de Abidjan como Plateau o Yopougon los disparos se sucedían mientras los pocos civiles que se atrevían a permanecer en las calles corrían esquivando los tiros mortales.
La liberación esta mañana por parte de las fuerzas rebeldes de 5.000 prisioneros de la cárcel de la MACA (la más grande del país) en Abidjan complicaba aún más la situación con el temor de pillajes y saqueos en las calles de la capital. Mientras en el Hotel du Golf (Cuartel General de Ouattara desde que comenzó la crisis) se levantaba el bloqueo que desde hacía 4 meses impedía salir de las instalaciones a los seguidores del Alassane.
La ciudad se ha convertido en las últimas horas en el escenario de los enfrentamientos más importantes que sin embargo no se están desarrollando como se creía en un momento, ya que muchos de los militares pro-Gbagbo se han negado a poner resistencia a las fuerzas de Ouattara y a matar a sus propios compatriotas. Mientras de Laurent Gbagbo poco más se sabe después de que ayer aplazara sin previo aviso el anunciado discurso televisado a la nación. Algunos aseguran que se encuentra refugiado en una embajada en Abidjan y otros dicen que sigue en el palacio presidencial esperando el desenlace.
Las calles aparecen desiertas en Abidjan, comercios y mercados cerrados, civiles encerrados en sus casas temerosos de los pillajes y actos violentos esta es la escena que marca el final de una virulenta etapa política.
El futuro marfileño se presenta pues incierto sea quien sea el vencedor. Un futuro en el que Costa de Marfil tendrá que cerrar la enorme brecha social abierta a lo largo de estos últimos cuatro meses y conseguir que la maquinaria del país se ponga de nuevo en marcha para recuperar una economía hundida y un pueblo obligado al éxodo y cansado de sufrir penurias.
Tensión en Abidjan
El miedo se apoderaba desde hace semanas de la población civil que ha abandonado la capital buscando refugio en pueblos pequeños y localidades más tranquilas, donde el riesgo a morir de un tiro o una explosión es menor. Hoy mismo en barrios tan céntricos de Abidjan como Plateau o Yopougon los disparos se sucedían mientras los pocos civiles que se atrevían a permanecer en las calles corrían esquivando los tiros mortales.
La liberación esta mañana por parte de las fuerzas rebeldes de 5.000 prisioneros de la cárcel de la MACA (la más grande del país) en Abidjan complicaba aún más la situación con el temor de pillajes y saqueos en las calles de la capital. Mientras en el Hotel du Golf (Cuartel General de Ouattara desde que comenzó la crisis) se levantaba el bloqueo que desde hacía 4 meses impedía salir de las instalaciones a los seguidores del Alassane.
La ciudad se ha convertido en las últimas horas en el escenario de los enfrentamientos más importantes que sin embargo no se están desarrollando como se creía en un momento, ya que muchos de los militares pro-Gbagbo se han negado a poner resistencia a las fuerzas de Ouattara y a matar a sus propios compatriotas. Mientras de Laurent Gbagbo poco más se sabe después de que ayer aplazara sin previo aviso el anunciado discurso televisado a la nación. Algunos aseguran que se encuentra refugiado en una embajada en Abidjan y otros dicen que sigue en el palacio presidencial esperando el desenlace.
Las calles aparecen desiertas en Abidjan, comercios y mercados cerrados, civiles encerrados en sus casas temerosos de los pillajes y actos violentos esta es la escena que marca el final de una virulenta etapa política.
El futuro marfileño se presenta pues incierto sea quien sea el vencedor. Un futuro en el que Costa de Marfil tendrá que cerrar la enorme brecha social abierta a lo largo de estos últimos cuatro meses y conseguir que la maquinaria del país se ponga de nuevo en marcha para recuperar una economía hundida y un pueblo obligado al éxodo y cansado de sufrir penurias.
1 comentario:
Ojala esto signifique la paz para los marfileños y que puedan propesrar.
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