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sábado, 9 de abril de 2011

Abidjan: la ciudad sin ley

Abidjan se ha convertido en los últimos días en una ratonera de la que es difícil escapar y en la que la muerte espera en cualquier esquina. Miles de marfileños lograron huir de la capital administrativa antes de que estallaran los enfrentamientos armados entre las fuerzas militares de Laurent Gbagbo y Alassane Ouattara. Las estaciones de autobuses se abarrotaron y las víctimas de esta enfrentamiento político-social se lanzaban a los vehículos intentando conseguir un asiento que les sirviera como visado para salir de la ciudad.


Mientras el deprimido barrio de Abobo trataba de recuperarse de las múltiples explosiones, los asesinatos, la violencia callejera y los incendios, el resto de la capital parecía impasible intentando seguir la actividad diaria de esta bulliciosa ciudad. Pero el avance de las tropas de Ouattara era el preludio de una gran batalla que cambiaría por completo Abidjan convirtiéndola en un auténtico campo de guerra.

Algunos precavidos temiendose lo peor huyeron hacia localidades cercanas o hacia el interior del país, mientras otros se resignaron a aguardar en sus casas con la incertidumbre de lo que podía ocurrir.
Seguidores de ambos lados no querían perder la esperanza de que su líder saldría vencedor, muchos votantes de Gbagbo ni imaginaban que el escenario podría cambiar tan rápidamente y que las tropas del Estado pudieran convertirse en "las tropas rebeldes" y viceversa.

La entrada en Abidjan de los tanques y los militares de Ouattara, dispuestos a acabar con esta crisis política que comenzó a finales de noviembre de 2010, avanzaron desde el norte de la ciudad en dirección al centro de la capital con el objetivo de expulsar de una vez por todas a Gbagbo del sillón presidencial.
Pero esta intervención militar apoyada por los efectivos de la ONUCI y las tropas francesas de la base de La Licorne situada en las proximidades del aeropuerto de Abidjan, han traido unas conscuencias desastrosas para la población civil.


¡¡Que contradicción!! la intervención de los franceses y de los cascos azules ha sido justificada alegando que se trataba de proteger a la población civil, sin embargo los bombardeos y tiroteos en el centro de la ciudad han desatado el caos y han dejado un panorama desolador para los habitantes de Abidjan.
Las calles vacías por el toque de queda, los comercios arrasados por los pillajes, las puertas de la mayor cárcel del país abiertas y la huida de 6.000 presos, el cierre de los bancos desde mediados de febrero, la falta de liquidez en los bolsillos de los abiyaneses, la huída de miles de extranjeros, la constante presencia militar...

Lo que podía haber sido el sueño marfileño de salir a flote y convertir al país en un referente económico y democrático para el contienente africano, ha supuesto un desastre de consecuencias incalculables. Las tan esperadas  elecciones que Gbagbo aplazó durante cinco años han supuesto el hundimiento total de Costa de Marfil y una brecha social y económica que necesitará mucho tiempo para cerrarse.

Las historias de penurias y desgracias se suceden por doquier. Hogares donde ya no queda nada para comer y muy poca agua potable, hospitales arrasados y otros con medios precarios y sin medicamentos, cortes de agua durante días, falta de electricidad en la mayoría de los barrios de Abidjan, grupos de civiles armados que amenazan al que se encuentren por delante y no dudan en pegarle un tiro sin motivo alguno, enfermos a los que nadie puede atender, mujeres que salen en busca de agua potable o algo que darle a sus hijos, carreteras cortadas con barricadas, saqueos, casas quemadas, robos, cadáveres por doquier abandonados en las calzadas... la imagen de Abidjan es dantesca. El gesto de los que se atreven a salir a las calles cuando se levanta el toque de queda es caminar con las manos en alto para evitar que les disparen.


No solo los abiyaneses son víctimas en esta trampa mortal, ya que muchos extranjeros residentes en la capital marfileña se han visto atrapados sin salida entre ellos 150 españoles que la embajada intenta localizar, eso si, por el momento sin previsión de evacuarlos.

Cuando la embajadora española Cristina Díaz se reunió el 13 de diciembre con Alassane Ouattara en el Hotel du Golf para prestarle su apoyo y reconocimiento como presidente electo de Costa de Marfil, es probable que no imaginara que meses más tarde su "nuevo alidado" no podría ni echarle una mano para salvar la vida de los ciudadanos españoles. Al contrario, los hombres de Ouattara se han convertido en un obstáculo "incómodo" para muchos diplomáticos que ven como Alassane no es capaz de controlar a todos sus hombres que campan a sus anchas por las calles de la ciudad armados y con actos violentos.

Lo que hasta hace solo unos meses era una ciudad bulliciosa, alegre, con una actividad imparable y con una población que desbordaba sus ganas de vivir y de ser alguien se ha convertido en una ciudad sin ley, donde los violentos son los que mandan sin que ni siquiera las tropas extranjeras que acudieron de "salvadoras" puedan frenar esta oleada de muerte.

Ahora que Gbagbo y un reducido grupo de sus militares y seguidores se encuentran cercados en el bunker presidencial, los hombres de Alassane exhiben públicamente a los partidarios de Gbagbo que consiguen capturar y que son hechos prisioneros.


Ouattara intenta que el país retome su actividad económica y que todo vuelva a la normalidad lo antes posible pero para eso todavía queda mucho camino que recorrer.

- Miles de refugiados y desplazados deberán regresar a sus hogares y reconstruirlos.
- Los hospitales tendrán que abrir sus puertas y contar con medios suficientes para atender a los miles de heridos que ha causado esta guerra.
- Los supervivientes tendrán que llorar, encontrar y enterrar a sus muertos.
- Los niños tendrán que regresar a las aulas en un curso que ya está perdido e intentar superar el trauma de un conflicto armado.
- Los desplazados recorrerán el camino andado de vuelta a sus aldeas y pueblos.
- Los bancos tendrán que garantizar sus fondos y el reembolso del dinero depositado en las cuentas de sus clientes.
- Las familias separadas buscarán a sus miembros desaparecidos.
- Las empresas tendrán que reabrir sus puertas y reiniciar su actividad.
- Las economías familiares deberán recuperarse.
- Los trabajadores esperarán a poder cobrar sus salarios atrasados y de nuevo disponer de efectivo.

El país deberá recuperar la confianza en si mismo, olvidar los odios, las diferencias políticas y convivir de nuevo para salir adelante. Personalmente confío en la fuerza de los marfileños, en su resistencia y en que tarde o temprano conseguirán salir de nuevo de este agujero que quedará marcado en la historia del pais.

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