Una carretera asfaltada que hace tres años no existía. Unos postes eléctricos que han iluminado la vida de miles de africanos que hasta ahora vivían en la oscuridad. Cientos de kilómetros de pistas de tierra que han deforestado la sabana para unir estratégicamente las fuentes naturales del oro negro recién descubierto en el año 2009, principal motor de funcionamiento en pleno siglo XXI en uno de los cuatro países más pobres del mundo, con una tasa de analfabetismo cercana al 80% a la que tan solo se destina un 5% de los ingresos de explotación del oro líquido.
El petróleo ha traído hasta el Chad las luces y sombras del siglo XXI: de situarse en el puesto 171 de los 175 países más pobres del mundo con una esperanza media de vida de 46 años según el último ranking de UPSA, a convertirse en el que ya es posiblemente el segundo país exportador de petróleo de toda África. Según los últimos informes disponibles, hay ya más de 2.000 pozos en Komé, en el distrito sur de Bebetjia, a unos 600 kilómetros de la capital del país, Yamena. De su explotación, el Gobierno de Chad se ha comprometido a destinar un 5% de los ingresos a combatir la pobreza extrema en los que en estos momentos vive un país azotado por las extremas condiciones climáticas y por el desgaste de un Ejecutivo que se impone ya durante más de veinte años en el poder.
Condiciones extremas
Nos lo cuentan sus propios habitantes, los protagonistas de esta vida en condiciones extremas a las que les ha llevado, si cabe todavía más, la aparición de esta nueva y millonaria fuente de ingresos en este país que separa el África árabe del África negra, con más de un 40% de su extensión ocupada por el desierto del Sahara y con unas temperaturas que llegan a sobrepasar los 50 grados centígrados en plena época seca, que se extiende todos los años desde el mes de marzo hasta que empiezan las lluvias entre mayo y junio.
"Hasta hace tres años no teníamos carretera asfaltada a Yamena y el viaje podía durar perfectamente unas 16 horas", relata la mallorquina sor Magdalena Ribas, hasta este año directora de la misión de hermanas combonianas que gestionan el hospital privado de Saint Joseph de Bebetjia, en el distrito de Doba, a 600 kilómetros de la capital. Sor Magdalena lleva más de 22 años viviendo en Chad y es, probablemente, una de las personas que mejor conoce la realidad del país durante los últimos años. "He pasado aquí todos los últimos acontecimientos políticos: el golpe de estado de 2008, la guerra civil... la sociedad chadiana ha sufrido esto y más, y ha tenido que adaptarse".
Pozo de petróleo en Chad
Pozo de petróleo en Chad
La vida en la misión de Bebetjia.
La vida en la misión es tranquila. Los misioneros y cooperantes se levantan muy pronto, cuando empieza a despuntar el alba en el horizonte -uno de los momentos más inolvidables de África- y el calor todavía es soportable y permite salir fuera sin que te pegue una bofetada de aire intenso. El desayuno en el refectoire es sencillo, a base de mangos recién cogidos de los árboles frutales que se cultivan dentro del hospital, café italiano con leche en polvo y cereales y pan fresco.
La verdad es que sabe a gloria, especialmente después de una noche dura en la que lo único que se oye fuera son los sonidos desconocidos de las aves nocturnas locales y las hojas de los arboles batiendo contra el viento. Me recuerda a la noche en la selva amazónica, bajo una mosquitera y a la intemperie en medio de la oscuridad de la nada, donde la única referencia son los sonidos de la naturaleza. Todo alrededor es noche oscura y cerrada, ya que la escasa luz con la que cuenta la misión depende del generador del hospital y de si se están llevando a cabo operaciones en quirófano.
Me cuentan que si oigo llorar en medio de la noche no me asuste: significa que ha fallecido alguien y los familiares, que esperan fuera pacientemente durmiendo a la intemperie día y noche, deben ejercer su fiel misión de plañideras ya que aquí la religión es el principal estandarte al que se aferra la gente, y rezar su única esperanza para despertarse con vida al día siguiente.
Acceso a los medicamentos
Nada más poner el pie en el país, me encuentro con que el principal problema de los chadianos de esta región no es ni la malaria, ni el VIH ni la malnutrición. El gran enemigo que potencia todas estas víctimas es sin duda el alcohol, como se le llama por aquí "el gran deporte nacional del país". Los locales fabrican su propia bebida alcohólica del cereal de la calabaza, que es otro de los culpables y causantes de la gran miseria en la que vive hoy sumergido Chad.
Es una gran labor la que hacen desde los hospitales rurales de la zona, no solo la de permitir el acceso a los medicamentos a la población más desfavorecida y necesitada, sino la misión de impartir la formación adecuada al personal local, al que contratan bien por referencias bien porque han enviado su solicitud a la dirección del hospital.
"Es muy importante que la persona sea de fiar y que se comprometa con el proyecto", incide Charles Mayanga, director y administrador del hospital. "Nuestra principal necesidad es la de dar a conocer el proyecto del hospital de Bebetjia al mundo y hacerle saber que este es un lugar de referencia para la cooperación sanitaria en Chad. Nos remiten incluso pacientes de los hospitales regionales más cercanos que son Mondou y Doba. Eso es una gran satisfacción para nosotros, ya que a pesar de la precariedad de personal, aquí intentamos hacer bien las cosas" argumenta Mayanga.
Y así es. El distrito de Doba reúne a una población total de 250.000 habitantes, Bebetjia solo son ya unos 20.000. En un país donde la existencia de censos de población es más bien ilusoria, sus cerca de 10 millones de habitantes luchan cada día por tener un acceso digno a la salud y a los medicamentos y las organizaciones internacionales y no gubernamentales intentan poner su granito de arena para que cada vez sea más fácil, aunque esto ahora mismo pueda verse como una utopía en el más estricto de los sentidos.
El papel de la mujer en Chad
El fin de semana viajamos a la misión dominica del pueblo de Bikou, donde se encuentra el centro islámico más importante de la zona. Gracias al sacerdote de la diócesis, el padre Luis, nos permiten realizar una visita al centro, eso sí, sin sacar fotos aunque consigo realizar alguna discretamente desde la pantalla del iPhone.
El recinto tiene una extensión aproximada de unos 1.000 metros cuadrados, totalmente diáfanos, estructurados en un pequeño huerto, un dispensario farmacéutico y una escuela donde según me cuentan habitantes de la zona, educan a los niños musulmanes y les aíslan completamente de sus familias.
Saludamos al imán, aunque vamos cuatro mujeres occidentales en el todoterreno del sacerdote y nos aconsejan ser muy discretas: "Estamos en un terreno peligroso, tened en cuenta que aquí la vida de la mujer no vale absolutamente nada, está estrictamente prohibido el acceso de mujeres al recinto". Aprovechamos la relación del padre Luis con el imán, ya que han hecho juntos el curso de integración de religiones que es obligatorio para todos los misioneros que llegan al país: "Somos muy diferentes, pero debemos convivir y conocernos. Ahora mismo nuestra relación es tranquila y muy cordial", nos asegura.
Labor humanitaria en Chad
Es extraordinaria la labor humanitaria, de educación y formación que están haciendo los cooperantes internacionales y los misioneros por estas latitudes del mapa. La gente se pregunta qué necesita África de Occidente. Después de pasar unos días viviendo aquí con ellos buscando respuestas al gran interrogante, me encuentro dos grandes carencias muy acentuadas: la formación (casi un 80% de la población en Chad es analfabeta según los últimos datos de los informes internacionales a los que hay acceso dentro del país) y la educación sanitaria.
Voces de Chad, Fundación El Alto.
Al contrario de lo que pueda parecer, el paludismo es hoy la primera causa de mortalidad en Chad, por delante del VIH y de la malnutrición. Hay escasa información sobre este tema entre la población y esto es algo de lo que se encargan los misioneros de Bebetjia y los cooperantes de la Fundacion El Alto, una ONGD española con sede única en Vinaroz (Castellón) que llegó aquí en 2010 y que ha realizado un interesante proyecto de remodelación y adaptación de la farmacia para el hospital de Saint Joseph, en el que se realiza tanto formulación magistral (los principios activos se compran a la cooperativa holandesa IDA) como formación al personal chadiano para que tenga acceso a una educación sanitaria y a un puesto de trabajo en el hospital.
Su fundador, David Roca Biosca, es farmacéutico de profesión y explica su visión de la realidad en el país: "Mi idea inicial era montar un proyecto de cooperación en África. A partir de un primer contacto con los misioneros de La Consolata en Gambo (Etiopía) y más tarde con los misioneros combonianos en Bebetjia (Chad) decidimos ofrecer formación a técnicos de farmacia de hospitales y centros de salud para que realicen la tarea esencial de la gestión y distribución de medicamentos con dosis unitarias. El siguiente paso fue fabricar medicamentos con fórmulas magistrales y prepararlos para que lo hicieran ellos mismos".
Dice Kapuscinski, en uno de sus grandes clásicos sobre África, Ébano, que lo primero que llama la atención nada mas llegar aquí es la luz, la claridad, el sol. Las luces de Chad hoy: carreteras asfaltadas, electricidad, ingresos que crecen gracias al fluir del oro negro. Las sombras: el empobrecimiento extremo, el agua sin potabilidad, la vida en la completa ignorancia del que no tiene más preocupación que la de levantarse al día siguiente y sobrevivir un día más. Son las luces y sombras de Chad en pleno siglo XXI: posiblemente, uno de los lugares donde más calidad humana he encontrado en toda mi vida.
Texto: Doris Casares
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