Diversas organizaciones ecologistas denuncian que China está a punto de financiar una gigantesca presa en Etiopía que amenaza la vida de 500.000 indígenas y el frágil ecosistema de una zona considerada patrimonio de la UNESCO. La organización International Rivers señala en un comunicado que, de completarse, la presa etíope, llamada Gibe 3, será uno de los proyectos de energía hidroeléctrica más destructivos de los que China lleva a cabo en el continente africano, y cuenta ya con el apoyo financiero de uno de sus mayores bancos.
El Banco Industrial y Comercial de China (ICBC, siglas en inglés) ha ofrecido un crédito de 500 millones de dólares (400 millones de euros) para esta iniciativa.
El tramo en el que se construirá la presa del río Omo está habitado a su paso por el sur de Etiopía y el norte de Kenia por medio millón de paupérrimos indígenas que perderán sus cultivos y la posibilidad de pescar en el lago Turkana, y cuya cultura y ecosistema está considerado Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Según informes difundidos por esta y otras organizaciones locales, el ICBC ha extendido un crédito para la estatal china Dongfang Electric Machinery Corp., que proveerá los equipos para la presa Gibe 3.
El presidente del grupo Amigos del Lago Turkana en Kenia, Ikal Angelei, asegura que la presa "destruirá el ecosistema del valle del Omo y de la región del lago Turkana y condenará a los indígenas a hambrunas y conflictos", señala el comunicado. "Le pedimos a las compañías y a los bancos chinos que no provoquen este desastre", subraya Angelei.
Por su parte, el director de International Rivers, Peter Bosshard, recuerda que organizaciones internacionales como el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Asiático y el Banco de Inversión Europea se han mantenido alejados de un proyecto que infringe sus normas de salvaguarda. China ha aumentado considerablemente sus inversiones en África en los últimos años a cambio de acceder a los recursos energéticos del continente más pobre del planeta, por lo que algunos países y organizaciones acusan al país asiático de practicar un nuevo colonialismo.
Pekín se defiende de estas acusaciones asegurando que negocia con los países africanos a un nivel igualitario y que, a diferencia de las colonias europeas, está contribuyendo al desarrollo del continente mediante la construcción de infraestructuras.
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