Los 'tsindas" así llaman a transexuales y gays en Cabo Verde, uno de los pocos países del continente que no persigue a las minorías sexuales. Llegan a ser líderes vecinales muy respetados.
En 38 de los 54 países de África, la homosexualidad está perseguida. En algunos incluso se publican listas de gays como si fueran terroristas. En otros, ni siquiera se toman en cuenta los crímenes cuando las víctimas son minorías sexuales. El escritor y periodista Marc Serena dedicó varios meses de 2011 a recorrer todo el continente inspirado por la frase de quien mejor contó su realidad, el periodista polaco Ryszard Kapuscinski: «África no existe, hay muchas áfricas». Serena trató de busca los escenarios donde logra sobrevivir la diferencia sexual, obsesionado con la idea de que «lo peor que te puede pasar en la vida es que te persigan por amar». Lo volcó todo en su libro 'Esto no es africano', en el que quince personas de otros tantos países contaban cómo lograban que sus sentimientos no les costaran la persecución, la cárcel o, aún peor, la vida.
Pero entre las islas de tolerancia que visitó en su peregrinar quedó fascinado por una real: San Vicente, el trozo de tierra más importante del archipiélago de Cabo Verde. «Allí encontré a transexuales que hacían de 'canguros' infantiles además de liderar los movimientos reivindicativos de sus barrios», recuerda Serena (Manresa, 1983). Unos cientos de kilómetros a la derecha del mapa, superada la barrera acuática del Atlántico, en Senegal, Ghana o el mismo Marruecos, algo parecido se perseguiría con saña. «Se considera una malsana herencia del colonialismo», refleja Serena. Eso también explica que lugares como Tánger fueran el paraíso de la tolerancia al que huían muchos gays occidentales mientras fue un protectorado francés. Fin del influjo europeo, caza del diferente.
Cabo Verde se convirtió en la gran excepción. De entrada, desde su independencia de Portugal hace 40 años nunca persiguió a ninguna minoría sexual. Tampoco es que hayan alcanzado los mismos derechos que las familias convencionales, pero al menos han podido vivir sin ocultarse. En su peregrinar por África, Marc Serena descubrió este oasis por casualidad. Se acercó hasta Mindelo, la segunda ciudad de la isla, para conocer a Cesária Évora, la cantante que situó al país en el mundo con su forma de poner voz a sus tristezas: las 'mornas', algo así como la versión africana del fado. Marc sabía que la propia Cesária era una mujer muy implicada en el apoyo de los diferentes.
Durante su trabajo de campo supo ganarse la confianza de Tchinda Andrade, la transexual más conocida de las islas desde que en 1998 habló en público de su orientación sexual. Es una esbelta hombre-mujer, que calza tacones de aguja y ganó el primer festival Miss Gay de Mindelo. Ella y su amiga también 'trans' Edinha le llevaron hasta Cesária. Ambas son la punta de lanza en el liderazgo de los colectivos sexuales diferentes. «¿Dejaríamos a nuestros hijos al cuidado de estas dos personas?» -pregunta Marc Serena-. «Pues en su comunidad puedes ver a Tchinda cuidando a los críos del vecindario, explicando a una joven madre cómo dar la lactancia o echando a un borracho del bar que regenta armada con un bate de béisbol en la mano». Évora le habló de esa lucha y le invitó a que regresara en carnaval, cuando el ansia de visibilidad de la gente como Edinha o Tchinda toma las calles. Le explicó «la fortaleza de las mujeres, que se han hecho respetar. Y la mujer transexual también». Era el 15 de diciembre de 2011. La cantante murió 36 horas después. Tenía 70 años. «Tuve la suerte de hacerle la última entrevista de su vida. Me pareció una señal para volver».
Un año después, Marc y el cámara Pablo García se presentaron en Mindelo para rodar el carnaval que convierte a la ciudad en un pequeño Brasil por unos días. Las calles se llenan de 'tchindas', que es como llaman ahora a gays y transexuales en todo Cabo Verde en homenaje a la que encabezó su lucha. El resultado es 'Tchindas', un documental que se pasea estos días por festivales de medio mundo después de un exitoso estreno en Estados Unidos o en festivales españoles como la Seminci (Valladolid) y Barcelona.
Delante de la cámara se pasean y pavonean con orgullo Tchinda, Edinha, Anita y Elvis, entre otras, mientras preparan sus trajes para deslumbrar en los desfiles de carnaval. «Cabo Verde es el talón de Aquiles de cualquier generalización. Esa fiesta tiene un efecto sano. Los diferentes se han ganado las calles», insiste el autor catalán. La cámara de Pablo García trató de hacerse invisible. Las protagonistas hablan portugués criollo por lo que se expresaban sin temor a que les entendieran dos 'intrusos' españoles. «Nos ofreció una ventaja importante ya que en ningún momento se sintieron juzgadas y se mostraban ante la cámara y ante nosotros con una autenticidad y desparpajo muy potentes», resume Pablo García.
Después de recorrer miles de kilómetros por África, Serena fue capaz de encontrar albinos perseguidos en Kenia, un imán que salió del armario en Ciudad del Cabo y un intersexual (hermafrodita) ugandés que sueña con operarse para definir su sexualidad. «Pero el retrato de la normalidad, la verdadera aldea de Astérix y Obélix de la resistencia, la encontré en Cabo Verde».
Fuente: Hoy.es
Texto: Antonio Corbillón
Foto: Marc Serena/Pablo García
1 comentario:
Un documental altamente recomendado!
Un abrazo, Fátima.
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