El sentimiento de la urgencia animó al piloto perdido en el diminuto planeta de El Principito a dibujar un baobab, planta conocida de forma indistinta como Adansonia, árbol botella o pan del mono, y que ofrece ocho especies similares. Cuando por primera vez leí que estos son grandes como iglesias, lejos estaba de saber que su tronco alcanza 25 metros de altura y un perímetro de hasta 40 metros, por lo cual sólo pueden abarcarlo más de una decena de mujeres u hombres entrelazados. En buenas condiciones, sobre suelo arenoso, con un clima templado y lluvia regulares, puede vivir hasta 1000 años, y se habla de ejemplares que han alcanzado los cuatro mil años. Algunos Baobabs se ahuecan en la madurez y se convierten en grandes depósitos almacenando más de seis mil litros de agua.
Un rebaño de elefantes no acabaría con un solo baobab, asegura el francés Antoine de Saint-Exupéry, en la obra que despertó múltiples interrogantes a varias generaciones y las acompañan para toda la vida.
"Las semillas son invisibles. Duermen en lo secreto de la tierra hasta que, tomada por la fantasía, una de ellas se despierta. Entonces se estira y tímidamente comienza a empujar hacia el sol una maravillosa ramita inofensiva".
¿Será también este el principio de los baobabs? Cuesta creerlo ante la imponente fuerza que transmite el tronco de este árbol leñoso, frente al cual la reacción humana por excelencia es la admiración o la mudez.
Entonces se corre el riesgo de creer la predicción: "si un baobab no se arranca a tiempo, ya jamás se podrá arrancar. Cubre todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs demasiado nume rosos, lo hacen estallar".
Según Saint-Exupéry, el peligro de esta variedad es poco conocido. Leyendas populares cuentan que si una persona bebe agua con semillas de baobab, quedará protegido del ataque de los cocodrilos, pero si osa arrancarle una flor al árbol, morirá devorado por un león.
Otros mitos refieren que, consciente de su potencia, el baobab osó desafiar a los dioses y en castigo, estos lo condenaron a crecer con la copa bajo tierra y las raíces hacia arriba.
El parecido entre las ramas y las raíces de estos árboles indujo también a afirmar que crecen de cabeza o que son los brazos de antiguos guerreros allí enterrados, quienes luchan por salir y volver a la batalla.
Existe, dicen, un ejemplar tan inmenso que en su interior puede alojar una estación de autobuses y hasta 40 personas. Igual hablan de otro, situado a 500 kilómetros de Johannesburgo, donde tiene cobija una cantina y pueden llegar a juntarse 50 seres humanos.
Sus flores son blancas, con forma de mano, y producen un fruto al final de la estación seca o principios de la húmeda que son parecidos a un melón o sandía pequeña. El fruto de Baobab, llamado también pan de mono o bouy, tiene un gusto agridulce y se utiliza en algunos paises africanos para elaborar una bebida (zumo de bouy) y es envasada para su consumo a gran escala. La pulpa también es consumida simplemente como si fuera una apetitosa golosina.
Los frutos del árbol de la vida, para los africanos, son ricos en fibra, vitamina C, azúcar, potasio y calcio. De ellos se obtiene una refrescante bebida, pueden ser consumidos como pasta y de sus hojas se hace sopa. Las hojas del baobab brotan en la época de las lluvias, se usan cocidas para el consumo humano, y sirven también de pasto para el ganado. Los brotes tiernos y las raíces de los ejemplares jóvenes se comen como si fueran espárragos. La madera es fibrosa que no se comercializa, ni los árboles se tala.
Fuertes cuerdas pueden fabricarse de la corteza de los baobabs, usados por las tribus de zonas desérticas -al sur del africano Sahara, en las montañas Lebombo, en Madagascar y otras- como reservorio de agua. La corteza, de un tono gris rojizo, y que en el árbol adulto tiene de 10 a 15 cm. de grosor, da una fibra tan utilizada que no queda ningún árbol del que no se haya extraído a una altura de dos metros para hacer tejidos, ya que se regenera fácilmente.
En los troncos ahuecados de modo natural por la vejez se pueden almacenar hasta 120 mil litros del indispensable líquido y alguna que otra vez sirvieron de cárcel, casa, granero, establo, capilla y sala de reunión.
Pero el baobab puede vivir a su vez en alturas comprendidas entre el nivel del mar y los mil 250 metros. Tal vez por ello se explica que en la caribeña isla de Barbados existan dos ejemplares de esta planta.
Puede que estos llegaran al pequeño territorio antillano - de apenas 416 kilómetros cuadrados de extensión y alrededor de 270 mil habitantes- provenientes de Guinea, en 1738. Desde entonces, constituyen una de las reliquias más apreciadas en ese país tropical.
Mientras, organizaciones ecologistas de todo el mundo procuran frenar la desaparición progresiva de algunas variedades de baobabs, por el uso y abuso al que son sometidos por las transnacionales interesadas en comercializar productos alimenticios, cosméticos y farmacéuticos obtenidos a partir de sus frutos y semillas.
Si quieres saber más:
"Baobab, adansonia digitata"
"El fruto del baobab"
Un rebaño de elefantes no acabaría con un solo baobab, asegura el francés Antoine de Saint-Exupéry, en la obra que despertó múltiples interrogantes a varias generaciones y las acompañan para toda la vida.
"Las semillas son invisibles. Duermen en lo secreto de la tierra hasta que, tomada por la fantasía, una de ellas se despierta. Entonces se estira y tímidamente comienza a empujar hacia el sol una maravillosa ramita inofensiva".
¿Será también este el principio de los baobabs? Cuesta creerlo ante la imponente fuerza que transmite el tronco de este árbol leñoso, frente al cual la reacción humana por excelencia es la admiración o la mudez.
Entonces se corre el riesgo de creer la predicción: "si un baobab no se arranca a tiempo, ya jamás se podrá arrancar. Cubre todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs demasiado nume rosos, lo hacen estallar".
Según Saint-Exupéry, el peligro de esta variedad es poco conocido. Leyendas populares cuentan que si una persona bebe agua con semillas de baobab, quedará protegido del ataque de los cocodrilos, pero si osa arrancarle una flor al árbol, morirá devorado por un león.
Otros mitos refieren que, consciente de su potencia, el baobab osó desafiar a los dioses y en castigo, estos lo condenaron a crecer con la copa bajo tierra y las raíces hacia arriba.
El parecido entre las ramas y las raíces de estos árboles indujo también a afirmar que crecen de cabeza o que son los brazos de antiguos guerreros allí enterrados, quienes luchan por salir y volver a la batalla.
Existe, dicen, un ejemplar tan inmenso que en su interior puede alojar una estación de autobuses y hasta 40 personas. Igual hablan de otro, situado a 500 kilómetros de Johannesburgo, donde tiene cobija una cantina y pueden llegar a juntarse 50 seres humanos.
Sus flores son blancas, con forma de mano, y producen un fruto al final de la estación seca o principios de la húmeda que son parecidos a un melón o sandía pequeña. El fruto de Baobab, llamado también pan de mono o bouy, tiene un gusto agridulce y se utiliza en algunos paises africanos para elaborar una bebida (zumo de bouy) y es envasada para su consumo a gran escala. La pulpa también es consumida simplemente como si fuera una apetitosa golosina.
Los frutos del árbol de la vida, para los africanos, son ricos en fibra, vitamina C, azúcar, potasio y calcio. De ellos se obtiene una refrescante bebida, pueden ser consumidos como pasta y de sus hojas se hace sopa. Las hojas del baobab brotan en la época de las lluvias, se usan cocidas para el consumo humano, y sirven también de pasto para el ganado. Los brotes tiernos y las raíces de los ejemplares jóvenes se comen como si fueran espárragos. La madera es fibrosa que no se comercializa, ni los árboles se tala.
Fuertes cuerdas pueden fabricarse de la corteza de los baobabs, usados por las tribus de zonas desérticas -al sur del africano Sahara, en las montañas Lebombo, en Madagascar y otras- como reservorio de agua. La corteza, de un tono gris rojizo, y que en el árbol adulto tiene de 10 a 15 cm. de grosor, da una fibra tan utilizada que no queda ningún árbol del que no se haya extraído a una altura de dos metros para hacer tejidos, ya que se regenera fácilmente.
En los troncos ahuecados de modo natural por la vejez se pueden almacenar hasta 120 mil litros del indispensable líquido y alguna que otra vez sirvieron de cárcel, casa, granero, establo, capilla y sala de reunión.
Pero el baobab puede vivir a su vez en alturas comprendidas entre el nivel del mar y los mil 250 metros. Tal vez por ello se explica que en la caribeña isla de Barbados existan dos ejemplares de esta planta.
Puede que estos llegaran al pequeño territorio antillano - de apenas 416 kilómetros cuadrados de extensión y alrededor de 270 mil habitantes- provenientes de Guinea, en 1738. Desde entonces, constituyen una de las reliquias más apreciadas en ese país tropical.
Mientras, organizaciones ecologistas de todo el mundo procuran frenar la desaparición progresiva de algunas variedades de baobabs, por el uso y abuso al que son sometidos por las transnacionales interesadas en comercializar productos alimenticios, cosméticos y farmacéuticos obtenidos a partir de sus frutos y semillas.
Si quieres saber más:
"Baobab, adansonia digitata"
"El fruto del baobab"
2 comentarios:
Me encantan los baobabs, en tanzania los pude ver y son maravillosos, allí los llaman "el árbol de los brujos" porqué cuando todo está verde y con hojas ellos están sin, y cuando todo está seco ellos tienen hojas.
Laura
Una entrada completísima y muy interesante =)
Ojalá algún día vea algunos baobabs, tiene que ser increible, uno de los árboles más bonitos que he visto. Y si a esto, le sumas que está en África...entonces es fantástico.
Publicar un comentario