Somalia muestra hoy la peor situación humanitaria en su historia al coincidir la guerra, la sequía extrema, hambruna y piratería, todo lo cual disparó a cifras millonarias los desplazados internos y los refugiados en países vecinos.
Datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) dan fe que cerca de un millón y medio de somalíes huyeron del conflicto y 560 mil están refugiados, fundamentalmente, en las vecinas Kenya (55 mil), Yemen (32 mil), Etiopía (22 mil) y Djibouti (tres mil).
Solo en los primeros días del año, el ACNUR confirma que unos 63 mil civiles abandonaron sus hogares y viven en improvisados campamentos que cambian constantemente de lugar por los violentos combates entre las milicias radicales islámicas y tropas afines al gobierno.
Un caos sin precedentes asola en el país del cuerno africano, opinan expertos, donde reina la ingobernabilidad desde 1991 y una guerra intermitente e interminable agudizada desde mayo pasado entre los radicales musulmanes de Al Shabaab e Hizbul Islam.
Somalia está dividida por regiones autodeclaradas autónomas y resultan baldíos los intentos del Gobierno Federal de Transición (GFT) por controlar los disímiles flancos sin apenas recursos. Sus habitantes sufren también las consecuencias de la sequía, típica de esa región africana, agudizada por los efectos del cambio climático y la crisis económica internacional que lacera aún más la inseguridad alimentaria.
A inicios de 2010 el Programa Mundial de Alimentos (PMA) anunció la disminución de sus actividades en el sur del país por "razones de seguridad", entre otras, porque el movimiento de resistencia islámica de Somalia, Al Shabaab exigió la entrega de 20 mil dólares semestrales para garantizar la vida de empleados de ONU y puso como requisito el retiro de las mujeres de la misión.
Aunque la portavoz de la Oficina de Ayuda Humanitaria de la ONU, Elizabeth Byrs, aseguró que varias agencias trabajan en el resto de la nación africana, a pesar de afrontar difíciles condiciones y el secuestro, asalto o asesinato de varios colaboradores. Lo cierto es que crecen los temores de mayores desplazamientos de grupos de somalíes hacia los países cercanos y se avizora un agravamiento del conflicto.
En mayo pasado los rebeldes de Al Shabaab e Hizbul Islam comenzaron una embestida contra el GFT, presidido desde hace un año por el islámico moderado Sharif Sheik Ahmed, quien recibe el apoyo de la comunidad internacional.
Los rebeldes ocuparon gran parte del territorio nacional incluida Mogadiscio, la capital, donde solo en las últimas semanas ocurrieron sangrientos combates que dejaron alrededor de 150 muertos y 14 mil desplazados. Ambos grupos insurgentes luchan contra el GFT y además entre sí, por el control de las zonas conquistadas a las cuales les imponen la ley islámica (Sharia) en su forma más extrema, admitiendo lapidaciones y crueles castigos corporales.
La invulnerabilidad del país acrecienta con la retirada de la ayuda en algunas zonas de Somalia y con el retraso y descoordinaciones de las organizaciones humanitarias que en 2009 incumplieron su compromiso con la nación.
Parece imposible cumplir entonces el nuevo pacto trazado a fines de año de entregar 689 millones de dólares para mitigar la peor crisis que vive Somalia en los últimos 18 años de guerra civil. Un país sumergido en el caos político asomó en 2010 para presentar en una sola nación el retrato del subdesarrollo del continente, que continúa siendo el más pobre del mundo.
Fuente: Prensa Latina
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