Chad fue colonizado por Francia a finales del siglo XIX. Es un país ubicado en África Central, tan grande como España, Portugal y Francia juntas. Posee tres zonas geográficas bien diferenciadas: la franja norte, desértica; la sur, fértil; y la central, en pleno Sahel. Está dividido en 22 regiones, donde viven unos 10.000.000 millones de personas pertenecientes a 200 etnias diferentes. La mayoría profesa la religión musulmana, aunque hay gran cantidad de católicos, protestantes y animistas. El 80% de la población vive de la agricultura y la ganadería de subsistencia.
Tras un siglo XX marcado por una cruenta guerra civil en la que no faltó la participación de Francia y Libia, Idriss Déby Itno alcanzó el poder en Chad tras un golpe de Estado en 1990. Obsesionado por la seguridad (su hijo murió en Francia en extrañas circunstancias), Déby controla el país con mano de hierro ante las idas y venidas de los rebeldes y está encantando con la perspectiva de que el petróleo descubierto en 2009 en el sur del país permita que éste pueda dejar a un lado la histórica industria del algodón. No obstante, la aparición del 'oro negro', gestionado por la petrolera norteamericana Exxon, no ha ayudado a que el país salga de los últimos puestos del Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
Aranga. Es el nombre que dan al sol en Bitkinie. Un sol sin sombra natural con el que combatirlo, capaz de elevar el mercurio de los termómetros a temperaturas infernales. El mismo que seca los abrevaderos a los que animales desesperados acuden a beber para sobrevivir, y acaban encontrando la muerte. El agua es uno de los principales problemas de Chad. Tanto la falta de ella como su presencia contaminada. Una de las primeras labores que organizaciones como Intermón Oxfam desarrollan en los pueblos más afectados es controlar su calidad, concienciar a los habitantes de que los animales no pueden hacer sus necesidades en el mismo lugar en que recogen agua y que, antes de ser tragada, el agua debe ser hervida.
Los taxistas de Yamena, la capital de Chad, son en su mayoría aficionados del Real Madrid. El escudo del club y el nombre de sus mejores futbolistas destacan en la carrocería amarilla de buena parte de los taxis que recorren la bulliciosa ciudad. En las aceras (o en esas zonas arenosas que intentan serlo) es el F.C. Barcelona el que parece tener más adeptos, sobre todo entre los más pequeños. Las camisetas, en su mayoría falsificaciones más o menos trabajadas (a veces el escudo del Barça luce sobre los colores del Milán... o del Betis) se ven en cada esquina. Sólo el Chelsea y el Liverpool siguen de cerca a los dos equipos españoles en cuanto a número de seguidores. La serigrafía (principalmente con los nombres de Messi y Cristiano Ronaldo) es obligatoria, ya sea mecánica, o hecha a mano, con mala letra pero mucha ilusión.
La mortalidad maternal es muy elevada. Muchas mujeres son incapaces de soportar las complicaciones postparto. Por razones culturales, las chadianas no acuden a los hospitales para dar a luz. Lo tradicional es hacerlo en casa, pese a que supone un gran riesgo, por mucho que en los pueblos suela existir la figura de la matrona. En pueblos como Am Dam, región de Ouaddaï, sólo 15 de cada 100 mujeres acuden a la maternidad durante su embarazo. La falta de equipos móviles y la lejanía de los pueblos y las maternidades también influye en la falta de asistencia. Las infecciones postaborto y las fístulas vaginales son las principales causas de mortandad.
En Am Dam (región de Ouaddaï), un añejo cartel destaca junto a un abrevadero. Hecho de metal, la erosión ha respetado el logo de la Cruz Roja Española y la Junta de Andalucía, cuyas donaciones hicieron posible su construcción en 1999. Actualmente, no posee jefe médico. Dimitió por discrepancias con International Medical Corps, la ONG que controla ahora los designios del hospital, con el doctor Mess al frente. Los ataques rebeldes de 2009 dejaron mella en sus paredes, marcadas por las bombas y las balas. Tampoco queda informes anteriores a la llegada de los rebeldes y sólo cuenta con cuatro médicos y una enfermera para 13 pacientes. Los familiares esperan sentados en la tierra, junto a los burros con cargamentos de agua. Un flamante todoterreno-ambulancia espera también a la sombra. No se utiliza. Ni hay gasolina, ni hay conductor.
Vivir en Chad no es fácil. Si se es mujer, menos. Aunque la ablación del clítoris está prohibida, la práctica está muy generalizada en algunas etnias. Algunos baremos calculan que más del 40% de las chadianas ha sufrido algún tipo de mutilación genital. El machismo está muy extendido en la sociedad, lo que provoca altas cifras de maltrato doméstico. Desde pequeñas, las niñas son las encargadas de ir por agua, cargando con hasta 40 kilos de peso, que generalmente se colocan sobre la cabeza con un equilibrio increíble. La comida y el cuidado de los niños también queda a su cargo. El pastoreo y la agricultura son cosa de los hombres, aunque en épocas de escasez son las mujeres las que se dejan las manos recolectando hojas de savonnier, un árbol con escalofriantes espinas. También son ellas las que se convierten en mujeres hormiguero o 'termitières', asaltando los hormigueros donde se almacena el grano para la hormiga reina. No obstante, a veces cuentan con la ayuda de las otras mujeres de sus maridos, ya que la poligamia es legal en Chad.
En Yamena, la capital de Chad, están prohibidas las fotos. En cualquier punto. Da igual que el fotógrafo sea periodista, cooperante de una ONG o turista. El presidente del Gobierno, Idriss Déby, lo tiene terminantemente prohibido por medidas de seguridad. Su paranoia es tal que todo aquel que sea pillado sacando una foto corre el riesgo de ser deportado. Y si se trata de miembros de alguna organización, es ésta la que se atiene a la posibilidad de que sus actividades en el país africano lleguen a su final abruptamente. Es una ley que los centenares de soldados y agentes de la policía chadiana que patrullan la capital tienen muy claro. Yamena es la ciudad sin imágenes.
En Chad, los envoltorios forman parte de los productos. Da igual que se trate de una moto o de una silla. La primera continuará manteniendo el plástico con el que salió de la fábrica y acumulará toneladas de suciedad y polvo. La segunda, mantendrá en sus patas el papel de burbuja con el que fue sacada de la caja pese a haber sido comprada hace meses. Sólo el uso y el paso del tiempo hará que se desprendan poco a poco. Porque nadie lo arrancará, ni en el pueblo más remoto ni en la sede del Ministerio de Economía, donde Bachar Brahim Adoum, secretario general del Ministerio de Economía y Planificación, luce gustoso una gran televisión de plasma envuelta en plástico. De la atracción por mantener las cosas como si se acabaran de estrenar no se escapan ni las gafas contra la presbicia, que muchos dirigentes utilizan sin quitar la pegatina que marcan su graduación.
Fuente: El MundoTexto: LUIGI BENEDICTO BORGES
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