El 23 de agosto fue proclamado por la UNESCO Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y su Abolición; una ocasión apropiada para debatir sobre el auge de la trata de seres humanos y la esclavitud moderna.
En la época en que la esclavitud no estaba catalogada por las leyes como un crimen, a los esclavos se les solía vender en el mercado como si fueran fruta fresca. Hoy día, la trata de seres humanos está prohibida a escala internacional, pero el negocio sigue floreciendo en secreto. Millones de personas son utilizadas como siervos y obligadas a trabajar para el beneficio de otras bajo condiciones inhumanas.
La mayoría de las víctimas son mujeres que trabajan como prostitutas en contra de su voluntad, pero también en la gastronomía y hasta en los hogares tienen lugar formas modernas de esclavitud; y el hecho de que quienes sacan provecho a esas relaciones de trabajo se nieguen a describirlas como tales no cambia en absoluto la naturaleza denigrante de ese fenómeno. De ahí que el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, todos los 23 de agosto desde 1997 por iniciativa de la Conferencia General de la UNESCO, luzca como una ocasión apropiada para debatir sobre este tema.
Niños de Ghana que trabajan en las redes de pescadores
Muy pocos casos salen a la luz
Muy pocos casos de esclavitud moderna salen a la luz y por eso resulta tan difícil comprender la gravedad y la magnitud de este problema que, por cierto, no afecta solamente a las sociedades del llamado Tercer Mundo: varios escándalos de cuasi esclavitud han estallado también en Europa, dejando claro hasta qué punto se han extendido y diversificado la trata de seres humanos y las relaciones laborales esclavizantes.
La historia de la mujer etíope forzada a cocinar desde temprano en la mañana hasta altas horas de la noche en un restaurante de Berlín por menos de un euro al día inspiró más de un titular de prensa en mayo de este año. Sin poder articular palabra alguna en alemán, aislada del mundo exterior y acreedora de un sueldo ínfimo –500 euros por un año y medio de trabajo–, su caso trajo a la memoria el de la mujer indonesia que fue explotada durante años como si de una esclava se tratara en la residencia berlinesa de un diplomático yemenita.
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