Campamentos de refugiados en el norte de Uganda
Margaret se reúne de forma regular con ex niños soldado que el LRA secuestró y luego obligó a matar, torturar y violar. Las conversaciones con las víctimas buscan ayudar a los jóvenes hombres y mujeres, que son tanto víctimas como victimarios, a reintegrarse en la sociedad.
"Yo he perdonado", afirma Margaret. Pero nunca podrá olvidar, porque cada mirada al espejo le recuerda ese día hace cuatro años que cambió para siempre la vida de su familia. Ese día fue a la fuente de agua junto con otras cuatro mujeres, entre ellas la segunda esposa de su marido, Patrick. Margaret estaba embarazada de ocho meses, algo que para una mujer del campo africana no es motivo para renunciar al duro trabajo físico.
Pero cuando las mujeres sacaban agua, los hombres del LRA salieron de entre los arbustos. Mataron a las otras pero perdonaron la vida a Margaret porque temían la venganza de los espíritus si el niño no nacido moría.
En vez de ello le cortaron con machetes a su víctima, de tan sólo 24 años, la nariz, orejas y labios, como advertencia al resto de los pobladores para que no colaboraran con el Ejército.
Decenas de miles de personas han sido mutiladas de esta forma en el norte de Uganda en los casi 20 años de guerra civil. Unos 30.000 niños y jóvenes fueron secuestrados y obligados a combatir con los rebeldes. Miles de niñas fueron repartidas como "esposas" entre los oficiales o sorteadas entre los soldados del LRA.
Estas esposas no eran otra cosa que esclavas sexuales que debían concebir nuevos hijos para el LRA. Las jóvenes siguen estando estigmatizadas en muchos pueblos y son rechazadas por sus propias familias por sus "bastardos rebeldes".
También Jane Akello ha sido repudiada por su familia, que no puede ni quiere perdonar que ella haya llegado entre los rebeldes al grado de comandante, una de las pocas mujeres que lo lograron.
Hoy de 25 años, fue secuestrada con 12 por los rebeldes y llegó a ser guardaespaldas del líder del LRA, Joseph Kony. Con su vestido colorido no recuerda ya a la joven que tuvo que combatir en la guerra civil. Pero cuando habla de su pasado, es como si nunca hubiese regresado del todo de la guerra.
"Llevaba mi uniforme siempre puesto", dice y suena un poco orgullosa. "Me gustaba ser soldado". Porque como tal al menos no era víctima, no era débil, como las chicas que obligaban a ejercer de esposas. Pero también siente la amargura de los años perdidos en la selva. "Para las niñas que no fueron secuestradas la vida continuó. Pudieron ir a la escuela, aunque la escuela estuviese en el campamento de refugiados. Yo tengo la sensación de haber perdido la mitad de mi vida".
Cuando fue liberada junto con otros niños soldado, volver a la vida normal fue difícil. "Mi madre me había olvidado, pensaba que yo estaba muerta". Cuando habla de ello le tiembla la voz, pese a que siempre trata de ser fuerte.
Tuvo que aceptar que no era bienvenida en su pueblo. Muchos tienen miedo a los ex niños soldado, no pueden olvidar el terror que sembraron. El único hogar para Jane Akello es hoy el trabajo con ex niños soldado en el campamento de Gulu.
Sin embargo, desde hace casi tres años ya casi no llegan jóvenes de regreso a Gulu. Kony y sus hombres, que originalmente luchaban por un estado religioso fundamentalista, se esconden ahora en el noreste de República Democrática del Congo.
A los habitantes del norte de Uganda, de los que miles viven aún en campamentos de refugiados, les quedan terribles recuerdos y amargura por los años perdidos. Y el régimen del terror del LRA no ha desaparecido, sólo se ha trasladado. Porque ahora los milicianos de Kony secuestran niños en Congo, el sur de Sudán o en la República Centroafricana.
Margaret Acipo ha hecho las paces. Paz con el hombre que la mutiló, con los hombres que mataron a sus amigas. Esta mujer de 29 años de Gulu, en el norte de Uganda, no esperó a un acuerdo oficial con los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), que quizás nunca llegue.
Margaret se reúne de forma regular con ex niños soldado que el LRA secuestró y luego obligó a matar, torturar y violar. Las conversaciones con las víctimas buscan ayudar a los jóvenes hombres y mujeres, que son tanto víctimas como victimarios, a reintegrarse en la sociedad.
"Yo he perdonado", afirma Margaret. Pero nunca podrá olvidar, porque cada mirada al espejo le recuerda ese día hace cuatro años que cambió para siempre la vida de su familia. Ese día fue a la fuente de agua junto con otras cuatro mujeres, entre ellas la segunda esposa de su marido, Patrick. Margaret estaba embarazada de ocho meses, algo que para una mujer del campo africana no es motivo para renunciar al duro trabajo físico.
Pero cuando las mujeres sacaban agua, los hombres del LRA salieron de entre los arbustos. Mataron a las otras pero perdonaron la vida a Margaret porque temían la venganza de los espíritus si el niño no nacido moría.
En vez de ello le cortaron con machetes a su víctima, de tan sólo 24 años, la nariz, orejas y labios, como advertencia al resto de los pobladores para que no colaboraran con el Ejército.
Decenas de miles de personas han sido mutiladas de esta forma en el norte de Uganda en los casi 20 años de guerra civil. Unos 30.000 niños y jóvenes fueron secuestrados y obligados a combatir con los rebeldes. Miles de niñas fueron repartidas como "esposas" entre los oficiales o sorteadas entre los soldados del LRA.
Estas esposas no eran otra cosa que esclavas sexuales que debían concebir nuevos hijos para el LRA. Las jóvenes siguen estando estigmatizadas en muchos pueblos y son rechazadas por sus propias familias por sus "bastardos rebeldes".
También Jane Akello ha sido repudiada por su familia, que no puede ni quiere perdonar que ella haya llegado entre los rebeldes al grado de comandante, una de las pocas mujeres que lo lograron.
Hoy de 25 años, fue secuestrada con 12 por los rebeldes y llegó a ser guardaespaldas del líder del LRA, Joseph Kony. Con su vestido colorido no recuerda ya a la joven que tuvo que combatir en la guerra civil. Pero cuando habla de su pasado, es como si nunca hubiese regresado del todo de la guerra.
"Llevaba mi uniforme siempre puesto", dice y suena un poco orgullosa. "Me gustaba ser soldado". Porque como tal al menos no era víctima, no era débil, como las chicas que obligaban a ejercer de esposas. Pero también siente la amargura de los años perdidos en la selva. "Para las niñas que no fueron secuestradas la vida continuó. Pudieron ir a la escuela, aunque la escuela estuviese en el campamento de refugiados. Yo tengo la sensación de haber perdido la mitad de mi vida".
Este chico ex soldado intenta rehacer su vida desde hace cinco años
Cuando fue liberada junto con otros niños soldado, volver a la vida normal fue difícil. "Mi madre me había olvidado, pensaba que yo estaba muerta". Cuando habla de ello le tiembla la voz, pese a que siempre trata de ser fuerte.
Tuvo que aceptar que no era bienvenida en su pueblo. Muchos tienen miedo a los ex niños soldado, no pueden olvidar el terror que sembraron. El único hogar para Jane Akello es hoy el trabajo con ex niños soldado en el campamento de Gulu.
Sin embargo, desde hace casi tres años ya casi no llegan jóvenes de regreso a Gulu. Kony y sus hombres, que originalmente luchaban por un estado religioso fundamentalista, se esconden ahora en el noreste de República Democrática del Congo.
A los habitantes del norte de Uganda, de los que miles viven aún en campamentos de refugiados, les quedan terribles recuerdos y amargura por los años perdidos. Y el régimen del terror del LRA no ha desaparecido, sólo se ha trasladado. Porque ahora los milicianos de Kony secuestran niños en Congo, el sur de Sudán o en la República Centroafricana.
Texto: Eva Krafczyk
Fotos: Frank May/dpa
Si quieres saber más:
"Por fin llego el acuerdo de paz a Uganda"
2 comentarios:
A partir de octubre estaré en esa zona.
He sabido de un misionero, congoleño, que tiene una casa de acogida para niñas y mujeres violada y/o embarazadas de la guerrilla. Estoy averiguando la manera de contactar con él para estar unos días echando una mano, si es preciso.
Gracias por toda tu información.
Besitos, Fátima.
¡¡Que suerte poder disfrutar de esa África tan lejana y tan cercana a la vez!! ya me contarás de esa casa de acogida, parece interesante el trabajo que hacen. Besos
Fátima
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