En apenas medio siglo, quizá sólo sea posible contemplar a un león vivo en un zoológico. Unos años después, sólo los pellejos naturalizados de los museos guardarían testimonio palpable del que fue el depredador mítico de las sabanas africanas. Este negro panorama se deriva de la alerta que lanzó la semana pasada el ministro de Bosques y Fauna de Kenia, Noah Wekesa: "Si no hacemos nada, en 50 años no quedará fauna en Kenia", vaticinó este responsable.
La advertencia del gobernante keniano no es un ejercicio de catastrofismo; en aquel país, uno de los santuarios tradicionales del felino, la población de leones está disminuyendo a un ritmo medio en torno al centenar de ejemplares al año. Las estimaciones del Servicio de Fauna (KWS) registraron 2.749 ejemplares en 2002, 2.280 en 2004 y apenas 2.000 en 2008. Hace 50 años, la población keniana era de 30.000 leones. La situación en otras naciones del este y el sur de África no es más alentadora, y otros grandes predadores africanos, como leopardos, guepardos, hienas y licaones, arrostran destinos parecidos.
Una leona solitaria en la reserva de Massai Mara
Ahora, y por primera vez en el continente, según las autoridades kenianas, una estrategia nacional afronta la salvación de los grandes carnívoros. El ministro Wekesa presentó el programa que desarrollará un amplio grupo de trabajo coordinado por el KWS, y que tiene como objetivo revertir la tendencia al declive de los censos de depredadores en todo el país. El plan incluye el seguimiento y marcaje de las poblaciones, la protección de áreas en tierras privadas y comunitarias fuera de los tradicionales parques y reservas y, algo crucial, el diálogo con las comunidades locales.
Lo último trata de resolver la compleja ecuación que supone conservar una especie cuando sus vecinos humanos no desean su existencia: las comunidades que habitan en tierra de leones sufren el acoso de los felinos a su ganado.
Un ejemplo especialmente grave se localiza en torno al parque nacional de Amboseli, área protegida del sur de Kenia con grandiosas vistas al volcán Kilimanjaro, en la vecina Tanzania. La sequía que ha asfixiado a Kenia en los últimos años ha roto el frágil equilibrio hidrológico de este parque, un secarral moteado por pantanos que se nutren de las nieves del monte. "El número de herbívoros se redujo de 7.000 a sólo 300", detalla el KWS. Como consecuencia, la treintena de leones que habitan el parque se ha cebado con las vacas y cabras de los pastores maasai. Las comunidades ya habían perdido al 80% de su ganado por la sequía. Cuando leones y hienas se fijaron en el resto, las comunidades se inquietaron y los atacaron a su vez", añade el Servicio de Fauna.
Difícil coexistencia
Estos contraataques de los residentes son, junto con la destrucción de hábitats, la causa mayoritaria del exterminio de los grandes carnívoros. Según datos de la ONG Leo Foundation, el número de leones cazados al año en el territorio maasai que rodea a Amboseli creció de 21 ejemplares en 2001 a 44 en 2006. Solventar estos conflictos entre humanos y fauna es una prioridad en el nuevo programa de conservación. "Tenemos que proteger el sustento de estas comunidades y promover la coexistencia armoniosa con la fauna", propuso el ministro Wekesa. Para Mordecai Ogada, uno de los miembros del grupo de trabajo en el KWS, el conflicto es un fenómeno en cuesta abajo: "Humanos y carnívoros se han llevado bien durante miles de años; el punto de ignición es reciente".
En el caso de Amboseli, el remedio está en marcha: ofrecer a los leones un alimento alternativo a las vacas. En la mayor translocación de animales realizada jamás en Kenia, helicópteros y vehículos comenzaron este mes a cercar a 7.000 cebras y ñus en un rancho privado del centro del país para su posterior traslado en camiones a Amboseli, una operación que costará a las arcas kenianas casi un millón de euros.
Fuente: Público.es
Texto: Javier Yanes
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