Una muestra más de solidaridad pero bastante ingeniosa. La verdad es que si lo pensamos friamente podríamos destinar muchos de nuestros gastos innecesarios a proyectos solidarios y el ejemplo es el que os pongo a continuación y que publica la agencia EFE.
Un vecino de Alzira (Valencia), Juan Antón, ha dedicado sus ahorros de cinco años por dejar de fumar a un proyecto de agricultura ecológica en la República Democrática del Congo, cuya finalidad es combatir el hambre en Africa.
Su 'bosque de alimentos', como este valenciano llama a esta iniciativa, son dos hectáreas plantadas en Bukavu, una aldea cerca de la frontera de Ruanda, y que se cultivan según principios ecológicos para ahorrar el máximo de recursos y generar productos más sanos respetando el medio ambiente. "Me inspiré en un sabio científico japonés, Fukuoka, experto en microbiología que decía que observando la naturaleza, más que condicionándola, se podía hacer una mejor agricultura", ha precisado Antón en declaraciones a Efe.
Según esta teoría, el campo se autofertiliza sin labrarse y tan solo se riega y se siega la hierba que luego se deposita al lado de los árboles para que se cree un humus que sirva de nutrientes a las plantas. "Me di cuenta de cuánta comida se puede crear con tan poco y pensé que así se podía combatir el hambre. Ahora ya no es una idea en el aire', ha afirmado.
La idea surgió hace años, en un viaje a Honduras, cuando Antón conoció a un limpiador de coches que le dijo cuánto ganaba al día. "El dinero que yo me fumaba en un día era lo mismo que lo que él ganaba trabajando", ha asegurado este trabajador de artes gráficas jubilado, quien dejó de fumar y calculó que en cinco años podía reunir 6.000 euros, una cantidad que es hoy su hucha para sus iniciativas humanitarias. Este dinero lo envía a un amigo sacerdote que mueve los hilos para que todo funcione en la República Democrática del Congo. Otra persona se encarga de acercarse en moto al 'bosque de alimentos' una vez al mes al campo de 400 árboles tropicales.
Chirimoyas, aguacates, naranjos, mangos y otras frutas, especies que soportan unas temperaturas que no suelen bajar de los 17 grados, crecen cultivadas por el cabeza de una familia de nueve personas a quien que Antón paga todos los meses 80 dólares. Este valenciano también compró con 1.000 dólares la casa de madera donde viven, así como los plantas que costaron un dólar y cuyos frutos espera distribuir por la zona en unos años. "Si la gente se diese cuenta de qué barato es ayudar a los demás lo haría más", cree este vecino de Alzira que habla con ellos por internet y teléfono, y que no tiene planeado visitar Bukavu porque, según afirma, con los 700 euros que cuesta el vuelo, puede comprar más hectáreas para plantar más.
En total, el coste de este "bosque de alimentos" son 3.000 euros y Antón ya tiene pensado qué hacer con el resto del dinero ahorrado. "Ahora lo que me preocupa es el Sáhara y un amigo y yo queremos hacer un viaje para, a partir de los pocos medios que tenemos, plantar otro bosque de alimentos", ha afirmado.
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